miércoles, 2 de enero de 2013

Sacrificios (Capítulo 4)


Yacía en un profundo y denso bosque  verde y frío. Tras un par de minutos de caminata sin rumbo, divisé a una niñita muy pequeña y pálida,  de cabello negro. Gritaba desesperada mientras corría y derramaba lágrimas de sus ojos. Estaba huyendo de un jinete, el cual intentó atravesarle la cabeza con una lanza; pero, una mujer de cabellera rojiza, brillante  y larga, vestida con harapos rotos y amarillentos, le envistió desde la nada, de costado, haciendo que el oscuro  jinete rompiese su cuello al caer encima de una roca.  La pequeña  corrió esta vez a los brazos de aquella mujer, mientras el cuerpo del jinete y su caballo  se consumían así mismos en llamas azules.




 La mujer arrancó  a correr con la niña en brazos, en el momento en que otro jinete aparecía de entre las sombras con una oz enorme, cortando todo lo que se le atravesase en su camino. Cuando pensé que lograría alcanzarlas, desde lo alto de los los arboles, cayó un hombre cubierto con una capa marrón muy sucia y manchada de sangre. En sus manos llevaba una espada, la cual incrustó en el pecho del jinete, quien cayó al suelo envolviéndose en llamas junto con su caballo, exactamente igual que el jinete anterior.  La mujer amarró a la pequeña tras su espalda con una tela. Abrió sus brazos hacia el suelo e inició una serie de cantos extraños.  A continuación el cielo se oscureció y una tormenta se dejó venir sobre el bosque.
 A lo lejos, de entre la fría e incontenible lluvia, salieron cientos de jinetes exactamente iguales a los anteriores, siendo la única variante física, las armas poseídas por los mismos. Al frente de este batallón se encontraba una alta figura vestida con una enorme bata negra  y una capucha adherida, la misma le cubría el rostro hasta por debajo de la nariz, sólo se podían ver sus arrugas y sus muy delgados y muertos labios negros, los cuales dejaron asomar una sonrisa sucia, imperfecta y espeluznante. Flechas se abrían paso a través de la tormenta,  el ahora “trio de presas humanas” se reunió en el centro del bosque,  y al culminar la mujer, de cantar su extraño rezo, una esfera de calor los envolvió  y expandió su diámetro los metros necesarios para derretir las flechas y derribar a los jinetes más cercanos. La aparente figura líder de los jinetes saltó violentamente por los aires y aterrizó justo frente la mujer sin que esta pudiera percatarse a tiempo. El hombre, al intentar atravesarla con su espada, es alcanzado por 3 flechas: una en la mano derecha, otra en la espalda y una en su pierna izquierda, y como consecuencia, cayó al suelo inmóvil.

  Este tétrico y misterioso personaje hablaba al oído de la pelirroja, que inmóvil dejaba escapar sus  sollozos. Aunque su voz era apenas audible, daba a entender que quien hablaba era una mujer muy anciana.- Dejad que me la lleve, sabéis que no tiene caso protegerla. No ha debido nacer, desde un principio lo sabíais, pero los de vuestra especie son tercos, necios, imperfectos y decidisteis retar a la autoridad.  Aun así, se os da una oportunidad para que vuestro castigo no se agravie aún más. Entregadla, de todos modos está maldita. Entregadla y os prometo que haré lo posible para que no sufra… más de lo necesario.- 


La anciana, recogiendo su espalda y alzando su pecho en señal de dolor,  profirió un grito tan agudo que el bosque entero se estremeció.


 Del brazo izquierdo del derribado hombre, se desprendía una serpiente, la cual se había enroscado en el cuerpo de la anciana y tras comprimir su cuerpo le perforó  el cuello 5 veces con sus enormes y venenosos colmillos. La mujer de cabello rojizo reaccionó y con la pequeña a espaldas se ubicó al costado del hombre. Inmediatamente una luz blanca y cegadora envolvió los cuerpos del trio, desapareciendo así de la apocalíptica escena.



 Entre las cascadas del bosque, el cual continuaba  oscuro y lluvioso, aparecía nuevamente esta familia, la mujer posó a la pequeña encima de una roca, para proceder a arrancar las flechas del cuerpo de aquel agonizante hombre.  Después de retirarlas todas, las heridas comenzaron a curarse por si solas. 



 La mujer volvió para arrodillarse frente a la niña, rezando nuevamente en su extraño idioma.  Tocaba la cabeza y pecho de la pequeña con sus pulgares.
 Yo, por mi parte,  podía sentir  lo agitada y asustada que estaba la niña. Todo su semblante revelaba el pánico que tenía.



Tras algunos minutos de ininterrumpidas oraciones, la mujer se corta la mano con una de las flechas y derrama un poco de su propia sangre en el tobillo de la pequeña. La sangre se esparció por todo el cuerpo de la pequeña y formó un patrón de marcas. Después de unos segundos, dichos trazados retrocedieron y se resumieron a 3 pequeños lunares que eventualmente desaparecieron.


 Mirando y acariciando el rostro de la pequeña, le cantó una canción. Tal vez una canción de cuna, no podría decir exactamente que era, sólo entendía una extraña melodía, ya que el idioma en el que estaba cantando era el mismo en el que rezaba.



- Hay tantas cosas que quisiera decirte, pero no es el momento ni la forma. Te amo, sé fuerte,  valiente y cuidadosa. Ahora hazle caso a mami, ve sigue la luz, sin mirar atrás ¿Lo prometes?  


- ¿Mami, me vas a abandonar? ¿Ya no me quieres? – Preguntó la niña con rostro asustado y ojos cristalizados por las lágrimas.



- Ya te dije que te amo, cariño. Y si tú también amas a mami, vas a seguir la luz. ¿Verdad? ¿Amas a mamá y seguirás la luz sin mirar atrás?



- Sí -


 A continuación una luz salía lentamente de la boca de la mujer y a medida que esta abandonaba el cuerpo, su piel perdía color y se hacía cada vez más gris y arrugada.  La mujer cayó al suelo agotada mientras la niña, hipnotizada, perseguía a la luz a través del bosque.
  


La mujer intentó reincorporarse lentamente, lo logró pero se podía ver que ya no era la misma, todo lo que se suponía debían ser sus ojos azules ahora sólo eran manchas negras que cubrían toda la superficie del ojo. Su piel era gris y sus venas resaltaban en su cuerpo, su cabello comenzó a tornarse blanco y sus labios se secaron totalmente el hombre se reincorporó también.



 Al ver de espaldas a la ahora deteriorada mujer, el hombre se dirigió a su lado y le tomo suavemente  la mano. Dejando lágrimas salir le dijo:


- ¿Ya se ha ido, no? No pude despedirme de ella. Lo siento, esto no tenía por qué ser así. Te he hecho más daño con este amor que el peligro  del que intenté salvarte.


- No lo sientas, porque yo no me arrepiento de amarte, mucho menos me arrepiento de tenerla a ella. No hay dolor en ningún mundo que haga que me arrepienta de esto.


- Siempre has sido la más fuerte de los dos.



- No cuando me quedé pasmada frente a ella… fue tan veloz, creía que la perdería por un instante, hasta que le atacaste.



 - Pero necesitabas la concentración suficiente, no es tu culpa.


- Como sea, eso debe acabarse ahora,  debes ser fuerte, yo debo ser fuerte, juntos debemos ser suficientes para acabar con todo esto. Debemos protegerla a como dé lugar. No me perdonaría dejar un espacio a la debilidad otra vez, y a ti tampoco.-  Juntaron sus frentes  y se abrazaron tierna y tristemente.



- Prepárate.- Susurro la mujer.


  El hombre se despojó de su capa y entre jadeos, desgarramiento de piel y derramamiento de sangre, comenzaron a asomarse tres gigantescas alas negras de su espalda.  Dos en sus omóplatos y una en la línea de la columna.



La mujer confundida lo mira unos instantes, a lo que el hombre responde con una sonrisa de decepción:
- Ya sólo me quedan tres.-La mujer asiente y al escuchar caballos acercándose, corrió a su encuentro, el hombre por su parte le siguió desde los aires.


Tendida en el suelo abrí mis ojos y con un mareo extraño pude levantarme recostándome de la pared y encendí la luz nuevamente


- ¡Qué demonios! ¿Fue todo un sueño?  Todo esto es mucho para una sola noche, maldita sea – A pesar de sentir que estuve en  un fantasioso mundo por horas, tras revisar el reloj me percaté de que  eran las 3:03a.m. Sólo habían pasado 3 minutos.


 Recordé el grito de mi mamá me dirigí silenciosamente a su cuarto a verificar que estuviese bien. Al abrir la puerta,  bajo la leve luz que se colaba desde el pasillo, vi una enorme silueta jorobada, ubicada encima de mi madre.  Encendí la luz esperando ver la peor y más sangrienta escena frente a mí, el bombillo titiló y entre este parpadeo de luz vi a esta enorme criatura avanzar contra mí, por lo que grité desesperada.



- ¿Elizabeth, qué ocurre? - Preguntó mi madre alterada por mi grito- ¿Estás bien cariño? Estás muy pálida  ¿por qué gritaste? ¿Qué haces en mi cuarto?


Desesperada, me levante rápidamente y examiné la habitación en busca de aquella criatura, no encontré nada, me volví con mi madre y la revise en busca de marcas rasguños o heridas y tampoco encontré nada.


- ¡Elizabeth! ¿Qué ocurre?


- Lo siento, mamá. Tuve una pesadilla y después un ruido me despertó y corrí acá asustada.-  La abracé inmediata y fuertemente.


-  Cálmate no ha pasado nada, todo fue un mal sueño, cariño… ¡Oooh!  Aún eres mi pequeña y asustadiza niña - dijo mientras me regresaba el abrazo - aunque cumplas mil años siempre serás mi pequeña Eli.


- ¿Puedo dormir contigo esta noche? – pregunté. La verdad es que no quería dejarla sola, temía que esa criatura volviera. Aunque quizás todo fuese un juego de mi mente.


- Todas las noches que quieras, mi cielo.- Me besó la frente y nos fuimos a dormir. Fue extraño pero concilié el sueño casi inmediatamente