viernes, 26 de abril de 2013

Descartes (Capítulo 6)


  Al entrar en la casa me dirigí a la cocina para dejar allí lo comprado, acto seguido subí a mi cuarto para desenvolver el regalo. 

  Rasgando el papel me percaté de que el regalo era un cuadro, y al terminar de quitar el envoltorio plástico que lo cubría, me dediqué a colgarlo sin prestar demasiada atención a lo pintado en él, esperaría a contemplarlo una vez colgado; esa era la forma idónea de observar un cuadro, una vez colgado justo encima de la pared.
 

 Retrocedí varios pasos, admirando aquella perfecta obra de arte, con unos degradados, sombras, colores , formas y detalles tan perfectos y exquisitos que era imposible no suspirar ante el asombro y la belleza.Un cuadro azuloso, con el rostro perfecto y dulce de un niño pequeño, haciendo puchero y de ojos cristalizados por el llanto.  Era muy intrigante, nunca había visto un cuadro como ése.


 Me perdí durante varios minutos dedicándole la mayor concentración a cada detalle, como  las lágrimas que casi parecían salir del cuadro, las mejillas sonrojadas dando un toque de calor al llanto, como ese primer llanto de un bebé al nacer,  el sonido de la vida. La mirada de este hermoso infante estaba enfocada en un plano distinto al del resto de la pintura, lo que daba la sensación de que sus ojos tenían vida propia y miraban perdida, pero fijamente, la ventana de la pared lateral de mi habitación. Era como un hermoso ángel. Y se veía muy bien sobre la pared.


 Resultaba curioso el hecho de que la persona que me regaló esta espectacular obra de arte, sepa cómo es la pared de mi cuarto, y que recuerde que sobre la misma yacía un reloj; y que encima, sepa que éste no servía, o mejor dicho, que era “Viejo y obsoleto”. Esto me daba pie para pensar en los posibles remitentes: Mi madre, Cheis y Karla.


 En primer lugar debí descartar a Karla por dos motivos: El primero es que Karla no era fanática de las artes, a menos que éstas estén directamente relacionadas con el sexo o la moda. Y la segunda es que lo escrito en la carta no tenía sentido alguno si la remitente fuese ella. Ése no era su estilo.


 Ahora sólo tenía 2 opciones: Mamá o Cheis. Pero este último ya me había dado un regalo, uno que cierto Ryan debía devolverme, yo había olvidado pedírselo el día que volví al club en busca de respuestas. Respuestas que generaron aún más preguntas.


Era inevitable que todas las imágenes pasaran por mi cabeza como un tren a máxima velocidad. La tensión volvía a tomar posesión de mi cuerpo cada vez que recordaba.


 Tras colocarme ropa cómoda decidí bajar a la sala, para dejar mis inseguridades, miedos, angustias y pensamientos, viajar a través del viejo piano  de mi casa. Si bien era muy viejo, yo me había encargado de mantenerlo en perfectas condiciones.


 
Acaricié las teclas del piano, me acomodé frente al mismo y dejé mis emociones fluir en una larga improvisación, donde mis dedos bailaban a merced de mis oídos, los cuales captaban las melodías susurradas por una musa desconocida. Nota tras nota. Acorde tras acorde. Una marea de inspiración estaba chocando mi alma en ese momento, y por alguna razón mi pulso se aceleró y con él, el resto de mi cuerpo. Iba rápido pero el sonido aunque tétrico era hermoso, especial, lo amaba. Mi musa se apoderaba de mí y sentía como esa sensación tan poderosa inundaba la casa.

 Yacía perdida entre los orgasmos de un pentagrama que sólo existía en destellos de mi mente. Cada vez se aceleraba la música como si algo me controlara, de pianissimo a fortissimo.


  Un repentino titilar de luces me  sacó de mi trance, y escuché cristales quebrándose como si de explosiones se tratasen. Me levanté rápidamente mirando todo a mi alrededor. Las bombillas de las lámparas de la sala habían explotado, y un vaso en la mesa cercana al piano, yacía roto en muchos pedacitos dispersos en el suelo.


 Exaltada examiné rápidamente las ventanas, buscando alguna apertura por la cual haya podido entrar una piedra o algo que explicara lo sucedido. Pero tras un momento de análisis entendí que era una hipótesis estúpida, todas las ventanas estaban cerradas, y si antes de la explosión vi un destello, era indicio de una falla eléctrica, un corto circuito o algo por el estilo que hizo explotar los bombillos.


 Salí de la casa para revisar los breakers de electricidad. Al observar detenidamente en el panel no vi nada inusual, lo único inusual fue el fuerte sonido de la puerta principal cerrándose de golpe.


 Asustada tomé una pala recostada de la cerca y corrí hacia la entrada, intenté entrar a la casa pero la puerta no cedía; cuando por fin lo hizo agarré con las dos manos la pala como preparada para defenderme en el caso de que fuese un robo, lo cual resultaba un poco ridículo; si alguien quisiese robar una casa seguramente estaría armado.

 Escuché las teclas del piano sonar cómo si algo estuviese caminando sobre ellas, y así era, allí estaban unos ojos filosos, esta vez eran azules, ojos azules de un gato blanco, escuálido y muy sucio.

- ¿Por qué ahora todos los de tu especie quieren matarme del susto? - Dije como esperando una respuesta, aunque obviamente eso no sucedería.- ¡Estúpidos animales!-.


El gato me vio fijamente, luego examinó toda la casa como en busca de algo. Yo sólo esperaba que no fuese un ratón.


Tras unos segundos el gato salió disparado en mi dirección y se escabulló por la puerta. Yo decidí tomar la escoba, limpiar el desastre de cristales rotos y luego colocar nuevas bombillas. Ya que tocar piano no había funcionado del todo para relajarme opté por tomar un baño.


Subí llené la bañera con agua caliente, me desvestí y me sumergí un rato y cuando comenzaba a relajarme comenzó a llover, lo que me relajó aún más. Al pasar un rato decidí hundí mi cabeza también. Al hacerlo me percaté de un sonido que antes no había podido escuchar a pesar de que, aunque se podía oír las gotas caer,  la casa estaba en completo silencio.


Con mis ojos cerrados traté de reconocer aquel sonido, era como varios golpeteos muy sincronizados, al unísono. Un gran trueno me sacó bruscamente del agua, y al darme cuenta de mi  reacción simplemente  no pude evitar reírme de mí misma.


Una vez seca y vestida bajé para calentar la pizza en el horno. 


Mientras preparaba y arreglaba las cosas de la cocina noté algo que me sorprendió y al mismo tiempo alivió bastante. En orilla del friegaplatos estaba un machacador con residuos blancos, al lado de éste se encontraba un frasco destapado  con unas pocas pastillas restantes dentro de él. El mismo frasco con drogas que juraría haber tirado a la basura.

Esta imagen me golpeo tan fuerte que tuve que sentarme para retomar lo sucedido las últimas horas y entender todo. 


No me llevó demasiado tiempo hallar respuestas, bastó con echar un vistazo a la jarra vacía que estaba dentro del friegaplatos. Mi mamá me había obligado indirectamente a tomarme las pastillas; sin darse cuenta, ella me había drogado.

Los golpeteos que me despertaron esta mañana eran los provenientes de la siguiente escena: Mi mamá machacando las pastillas para echarlas en el jugo y dármelas sin que yo lo notara.


Esto le daba sentido a mis alucinaciones que tuve esta mañana, la forma tan extraña en la que me sentía… ¡Maldita sea, casi muero!


Al ver la cantidad de pastillas que quedaban en el frasco, me asusté un poco, porque era una cantidad considerable de pastillas las que faltaban. Si bien no me mató la sobredosis, pude haber  muerto en la carretera, y quién sabe hasta cuándo me durarían los efectos, incluso todo lo que había vivido hasta entonces pudo ser alguna especie de sueño. La confusión cubrió mi cabeza una vez más; boté el frasco en la basura y me recosté en el mueble.


 En un cerrar y abrir de ojos la sala se bañó en un calor increíble, me faltaba el aire y mi vista era nublada entre destellos naranjas y nubes grises, escuchaba el crujir madera cediendo bajo su enemigo mortal.


 La migraña carcomía mi cabeza, sentía como si alguien estuviese intentando arrancarme la cabellera a costa de jalones.


 -¡ELIZABETH! ¡ELIZABETH! Escuché gritar-.

Una sacudida fuerte me despertó de mi pesadilla. El rostro preocupado de mi mamá me contemplaba con preocupación.

 - ¿Estás bien? ¿Puedes levantarte?-. 


Aunque sé que debía darle una respuesta, no pude; mi atención se fue rápidamente a mi izquierda, de donde provenía un potente calor, era el horno que estaba ardiendo. Rápidamente me levanté del suelo de la cocina, a la cual no recordaba haber entrado.

- ¡RÁPIDO ELIZABETH! – Gritaba mi madre mientras sacaba bajo el friegaplatos un extintor de fuego. – ¡APARTATE NIÑA! -. Acto seguido apagó el fuego proveniente del horno.


- ¿Qué demonios pasó aquí? ¿Te lastimaste? ¿Qué hacías tirada en el suelo?


- No lo sé, yo estaba dormida en el sofá y de repente me despertaste – Alcancé a decir entre tartamudeos.


- Fantástico, Elizabeth la sonámbula suicida. ¿En qué pensabas cuando te acostaste a dormir dejando el horno encendido?


- No sé yo estaba recostada y olvidé que había dejado la pizza en él y quedé dormida sin darme cuenta


- Sé más cuidadosa por favor. ¿Qué hubiese pasado si no llego temprano? ¡Habrías incendiado toda la casa!


- ¿Temprano? ¿No se supone que llegarías tarde?


- La lluvia impidió que mis ayudantes vinieran hoy, tuve que posponer todo para mañana. No me cambies el tema Elizabeth. Y ¿Por qué estás mojada, también dejaste el grifo abierto o qué?


- ¿Mojada?- Me examiné y estaba mojada por algunas partes, pero no había ningún escape de agua por ningún lado, y yo me había secado bien después de bañarme, incluso había secado mi cabello – No lo sé.


- Por lo visto no sabes nada de n
ada, estás perdida en el mundo, últimamente estás muy extraña no sé qué te pasa. ¿Estás deprimida por algo o por alguien? ¿Quieres suicidarte?-.

Me pareció un poco irónico que  dijera eso cuando  mi muerte habría podido ser culpa suya.   

- No seas absurda mamá, por favor.


- Sabes que puedes contar conmigo, puedes decirme lo que quieras.


- No pasa nada mamá, te lo juro.- Le respondí con una sonrisa y la abracé. - Por cierto, gracias por el regalo, es muy lindo,  me encanta.  


 - ¿De qué regalo hablas? – Me miró confundida.


- No te hagas la tonta, vamos.- La tomé de la mano y la arrastre conmigo hasta mi habitación.
Con mis manos tapando su visión, posicioné a mamá frente al cuadro.


- ¿Luce hermoso o no?- le dije mientras quitaba mis manos de su rostro.


Mi madre observó detenidamente el cuadro mientras se llevaba la mano a la boca conteniendo su asombro, lo cual me hizo dudar un poco acerca de mi conclusión. Tal vez el regalo no provenía de ella, tal vez sí fue cheis quien me lo regaló.


 Sólo fue hasta que asomé mi cara, para ver la expresión en el rostro de mi madre, que entendí que no contenía su asombro, sino su horror.


- ¿De dónde has sacado esto? – Preguntó con la voz muy baja 
y quebrada; mirando horrorizada y fijamente el cuadro.

- ¿Cómo que “de dónde”? ¿No me lo has regalado tú?-. Enseguida me miró con sus ojos cristalizados y llenos de ira. A continuación me cacheteó con toda su fuerza.

domingo, 10 de febrero de 2013

Un misterioso presente (Capítulo 5)



Me desperté temprano debido al ruido que hacía mi madre en la cocina. Después de prepararme, bajé para comer, el olor de la comida me atraía naturalmente.
-  ¿Cómo estás, mi cielo? ¿Te sientes mejor? ¿Lograste descansar? – Preguntó mi madre con ese tono de dulzura matutina tan suyo, totalmente distinto a su tono irritada por el trabajo.

-  Pues, de hecho, muy bien. Me siento descansada. – Contesté dedicándole una sonrisa. Me sentía bien a pesar de la noche que tuve.

-  Bueno, hoy te he preparado el desayuno, cómetelo todo. – Indicó mientras colocaba frente a mí, sobre la fría mesa amarilla, unos deliciosos waffles con mermelada de fresa y un jugo de fresas y moras.

Tras comer, subí nuevamente para cepillarme, no lo hacía antes de comer debido a que esto me causaba nauseas, la mezcla del sabor de la comida con la menta de la pasta dental era sencillamente desagradable. Mientras me cepillaba recordaba lo vivido en la madrugada, tratando de hallar sentido a todo y deteniéndome con calma en los detalles que lograba vislumbrar.

Al bajar hacia la puerta principal, mi madre me esperaba con una sonrisa.

-  Elizabeth, hoy me llegarán nuevas flores y otros artículos de jardinería, tengo trabajo atrasado y debo ponerme al día con la floristería, llegaré tarde.

 - Pero… necesitarás ayuda ¿Quieres que vaya?

-  Oh, por supuesto que necesitaré ayuda, pero para eso ya están las personas que contraté. No te preocupes. Abrígate que hace mucho frío y parece que va a llover.

- Está bien.-  Le di un beso en la mejilla y salí de casa en dirección al carro.

 El frío inundaba la mañana, colándose entre mis cabellos y  cayendo sobre mi cara en forma de gotas pequeñas. Mientras caminaba hacia el carro una sensación incomoda me invadió, alguien me estaba viendo fijamente. Me detuve un instante para recorrer el panorama con los ojos, mirando con cuidado entre los árboles del viejo parque que yacía frente a nuestra casa.

 No vi a nadie.

 Hice caso omiso a mi paranoia y seguí mi camino hasta entrar al vehículo. Dentro de este traté de relajarme un poco. El recordar las escenas de la madrugada me había puesto tensa nuevamente. Inhalé y exhalé hasta calmarme, encendiendo el auto y esperando unos minutos a que calentara el motor, preparándome para el recorrido.

 Volví  a sentir una mirada proveniente del exterior del auto. A través del retrovisor interno vi una sombra pasar rápidamente, no podría decir con exactitud qué era, debido a que las ventanas del auto estaban empañadas. Igual no me tomé molestia alguna en voltear para verificar lo que creía haber visto, inmediatamente pisé el acelerador y me apresuré en dejar a quién fuese, atrás.

  Ya habían pasado alrededor de 20 minutos y me encontraba a dos calles de mi instituto. Decidí confirmar por tercera vez que nadie me siguiese, aunque era obvio que ya nadie me seguía, aún así eché un vistazo al retrovisor interno. No había nadie en el camino, tal como esperaba, en cambio, había un hombre en mi asiento trasero.

 Me giré rápidamente pero ya no había nada, el miedo  estaba devorando mi cuerpo.  Sin darme cuenta, al voltear, había girado también el volante, lo que causó que cambiara de carril, en este se encontraba el mismo hombre que había visto hace un segundo en el asiento trasero. Giré el volante para intentar adentrarme nuevamente en mi carril, sin embargo, el carro patinó un poco sobre el pavimento y parecía fuera de mi control.

 El hombre seguía ahí, inmóvil en el camino, justo frente a mí, fue entonces cuando debido a la velocidad a la que iba, no pude hacer más y le atravesé con el vehículo.
 Lo extraño es que, literalmente, el hombre era quien atravesaba el carro, muy lentamente, como si de una película se tratase. Veía su cuerpo espectral adentrarse cada vez más hasta mi asiento y fue allí cuando su enorme mandíbula se dislocó y las comisuras de sus labios comenzaron a desgarrarse para dar paso al juego de siniestros y filosos dientes que guardaba en su boca. Podría escuchar como su estomago aclamaba por comida.

 Una ráfaga de bocinas ensordecedoras provenientes de todas partes me despertó de un sueño cuyo comienzo no percibí en momento alguno. Frente a mí ya no había un hombre sino una camioneta, la cual en una audaz maniobra logró esquivarme. Pisé el freno, más este no respondía, pisé una y otra vez, cada vez con más fuerza, todo en vano. Halé rápidamente del freno de emergencia y el carro se detuvo bruscamente sobre el jardín del instituto.

 Estaba inundada en terror y mi cuerpo temblaba en su totalidad, me tomó tiempo encontrar la manija en la puerta, cuando la hallé traté de bajarme rápidamente del carro, y en este intento me caí de el. En el suelo la cabeza me seguía dando vueltas. Unos brazos, sosteniendo mis hombros, me ayudaron a reincorporarme  y otra sensación llegó a mí.

 Eran sus ojos, nuevamente sus verdes y embriagadores ojos, protegidos por aquellas cejas perfectas arqueadas en una forma que daba cabida a muchas interpretaciones. Quizás estaba molesto, quizás estaba preocupado o quizás estaba triste. Su aroma inundaba todo el aire que respiraba y podía sentir como quemaba mis pulmones desde dentro.

- ¿Estás herida? ¿Te golpeaste? – . Posó su dedo sobre mi frente para romper con el ceño fruncido que traía conmigo.

Su voz, su voz atravesando mis oídos como un trueno ensordecedor y al mismo tiempo como una dulce orquesta. Su voz había hecho que mi cuerpo se erizara nuevamente. No podía decir una palabra, en ese instante había olvidado hasta la manera correcta de respirar.

 Las sombras que cubrían trazos de su cara, debido a la poca luz que brindaba el nublado cielo de aquella mañana, comenzaron a jugar en su rostro, formando una vez más el aspecto físico de aquella criatura que casi había devorado mi rostro durante mi sueño inconsciente hacía unos instantes en mi vehículo. 
  Instintivamente lo aparté de mí con rudeza tambaleándome sobre mis pasos hacia atrás, mi equilibrio sequía afectado.

-  ¿Qué te pasa? ¡Sólo trataba de ayudarte! – Dijo, alterado en respuesta a mi conducta.

-  Lo siento, es que estoy un poco desorientada.

-  Olvídalo, Déjalo así. – Sebástian dio media vuelta y se marchó con el rostro lleno de ira. 

-  ¡Elizabeth! -  Gritó Cheis a lo lejos.

De repente era consciente de que todo el instituto estaba concentrado en mí y el accidente que casi provoco. Era la nueva noticia del día y probablemente de toda la semana.

 Tras Cheis se encontraba Hillary, Kathe y el profesor Cárdenas. Todos con paso apresurado hacia mí.
Estuve la mayor parte del día explicando a casi 30 personas lo ocurrido, o mejor dicho, la versión que más me convenía: “Estaba conduciendo y me mareé por un fuerte dolor de cabeza, entonces perdí el control del carro. Intenté frenar pero los frenos no funcionan, no sé por qué”.

 Traté de convencer al director de que no estaba bajo los efectos de ningún estupefaciente ni de alcohol, él decidió creerme debido a que nunca he dado problemas de ningún tipo en el instituto; de hecho llamó una grúa para que llevara mi coche a un taller mecánico de su  confianza, ya que le preocupaba el hecho de que el freno no funcionara. 

 En la enfermería traté de convencer al personal de que no me había lastimado nada, no obstante decidieron que debía usar collarín al menos unos 5 días. Accedí falsamente, aunque sí me dolía un poco el cuello.   


 En el resto del instituto, traté de convencer, a quienes me preguntaban, de que estaba bien, de que no me pasaba nada, de que no tenía problemas en casa o de que no me estaba muriendo debido a  un posible desorden alimenticio.



 No me gustaba ser el centro de atención, así que me harté de tantas preguntas, consejos, chismorreo y decidí saltarme las dos clases restantes, pretendía irme a mi casa en autobús, pero me percaté de que estaba lloviendo muy fuerte. Opté por vagar sin rumbo alguno por los pasillos y me senté finalmente en un banco cuya vista daba hacia el jardín. Me encantaba ver la lluvia caer, era muy relajante. Quería dejar todo ir, entonces Sebástian vino a mi mente. Había sido un tanto mal agradecida con él, parecía preocupado, pero no pude evitar alejarlo después de lo que había visto.

 Después de deambular en mi mente por horas, Cheis me llevó a casa. En el camino le confesaba que antes del “casi accidente” tenía la sensación de que alguien estaba rondando la casa, que me sentía vigilada.
 Cheis me miró con cara pensativa.

- Tú lo que debes hacer es relajarte y tratar de dormir un poco te ves muy cansada- Dijo bordeando sus ojos con su dedo índice, en ademan a mis ojeras, a las cuales no les había prestado demasiada atención. Realmente parecía una muerta, mi aspecto era totalmente desfavorable.

- Entonces ¿Quiere usted que la deje en la puerta de su casa, hermosa princesa?

- ¿De verdad me veo hermosísima con estas ojeras?

-  mmmm… Pues no, pero entonces podrías ser la madrastra malvada.

- Ja ja ja, muy gracioso de tu parte. No, déjame en la próxima calle, tengo que pedir los tickets para el autobús,  después quiero comprar algo y me iré a mí casa caminando.

-  ¿Si sabes que puedo llevarte sin ningún problema verdad?

- Se nota demasiado que eres un chico inexperto en lo que a mujeres se refiere. Lo que realmente quiero decir es que deseo estar sola un rato, antes de llegar a casa.

- Después se quejan porque no hay caballeros… ¿Quién entiende a las mujeres?

- No seas dramático, Cheis. Bueno, aquí me bajo, adiós. – Se detuvo y después de darle un beso en la mejilla me bajé.

 Me Encontraba en el super mercado comprando coca-cola, una pizza instantánea y brownies, después de pagar salí del lugar para iniciar la caminata a casa, el camino estaba mojado por la lluvia que había caído en la mañana, y yo trataba de esquivar los salpicones enormes que causaban los carros que iban a gran velocidad por la carretera. Decidí no llevar puestos mis audífonos esta vez, quería escuchar el sonido de la naturaleza a medida que me alejaba del centro de la ciudad, ya que mi casa quedaba a las afueras de esta.
No sé cómo explicar lo siguiente, pero soy de ese tipo de personas que pueden recordar cosas a través del olor y en aquel camino la brisa llevaba consigo una fragancia peculiar, era el primer recuerdo de todos los que había en mi deficiente memoria.

 En el jardín de niños, a la hora de la siesta, cuando todo el lugar se encontraba en silencio y sin luz; aunque persistente, desde lo lejos, una luz muy opaca que se colaba de algún lugar que no recuerdo. En la casa de madera hecha para que los niños jugasen por las tardes, nos encontrábamos mi primer amor: “el niño más lindo que había en el mundo”  y yo, viéndonos el uno al otro fijamente, con nuestros corazones exaltados por la emoción y la adrenalina, hasta que él me dio un besito rápido en la mejilla. Después de quedar en estado de shock nos tapamos las caras por la pena y nuestras risitas nerviosas alertaron a la maestra de turno, encargada de vigilar que todos los niños duerman las horas correspondientes, al escucharla aproximarse al salón de la siesta, corrimos para acostarse cada uno en su colchoneta y hacerse el dormido.
 Sonreí al recordar “Mí primer beso”.



Tras vagar en algunos recuerdos sin tener noción alguna del tiempo, culminaba mi relajante y un tanto nostálgica caminata, estaba a unos pocos pasos de mi casa. A lo lejos, vi recostado de la puerta una tabla grande de madera, al llegar al frente de la puerta observé con más detalle y entendí que no era un pedazo de madera sino un paquete rectangular con una  nota pegada que al desdoblara decía:

-          ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ELIZABETH!  
Sé que tu cumpleaños ya pasó, no tienes idea de cuánto lamento no haberte entregado antes tu regalo, pero los escasos planes que tenía no han salido como lo esperaba. 

De todas formas quería entregarte algo muy especial, algo que te hiciera recordar tu niñez, algo que probablemente no vayas a entender tan fácilmente, algo que nos ayudará a ti y a mí a descansar un poco.

Algo muy especial con lo que espero sueñes cada noche.
Hay parte de mí en esto.
Hay parte de ti en esto.

Guíndalo en esa pared con tapiz floreado donde cuelga tu reloj ya viejo y obsoleto.

Espero te guste
Adiós.



 Guardé la carta en mi boca y haciendo malabares con las bolsas y el regalo abrí la puerta y entré a casa. 

miércoles, 2 de enero de 2013

Sacrificios (Capítulo 4)


Yacía en un profundo y denso bosque  verde y frío. Tras un par de minutos de caminata sin rumbo, divisé a una niñita muy pequeña y pálida,  de cabello negro. Gritaba desesperada mientras corría y derramaba lágrimas de sus ojos. Estaba huyendo de un jinete, el cual intentó atravesarle la cabeza con una lanza; pero, una mujer de cabellera rojiza, brillante  y larga, vestida con harapos rotos y amarillentos, le envistió desde la nada, de costado, haciendo que el oscuro  jinete rompiese su cuello al caer encima de una roca.  La pequeña  corrió esta vez a los brazos de aquella mujer, mientras el cuerpo del jinete y su caballo  se consumían así mismos en llamas azules.




 La mujer arrancó  a correr con la niña en brazos, en el momento en que otro jinete aparecía de entre las sombras con una oz enorme, cortando todo lo que se le atravesase en su camino. Cuando pensé que lograría alcanzarlas, desde lo alto de los los arboles, cayó un hombre cubierto con una capa marrón muy sucia y manchada de sangre. En sus manos llevaba una espada, la cual incrustó en el pecho del jinete, quien cayó al suelo envolviéndose en llamas junto con su caballo, exactamente igual que el jinete anterior.  La mujer amarró a la pequeña tras su espalda con una tela. Abrió sus brazos hacia el suelo e inició una serie de cantos extraños.  A continuación el cielo se oscureció y una tormenta se dejó venir sobre el bosque.
 A lo lejos, de entre la fría e incontenible lluvia, salieron cientos de jinetes exactamente iguales a los anteriores, siendo la única variante física, las armas poseídas por los mismos. Al frente de este batallón se encontraba una alta figura vestida con una enorme bata negra  y una capucha adherida, la misma le cubría el rostro hasta por debajo de la nariz, sólo se podían ver sus arrugas y sus muy delgados y muertos labios negros, los cuales dejaron asomar una sonrisa sucia, imperfecta y espeluznante. Flechas se abrían paso a través de la tormenta,  el ahora “trio de presas humanas” se reunió en el centro del bosque,  y al culminar la mujer, de cantar su extraño rezo, una esfera de calor los envolvió  y expandió su diámetro los metros necesarios para derretir las flechas y derribar a los jinetes más cercanos. La aparente figura líder de los jinetes saltó violentamente por los aires y aterrizó justo frente la mujer sin que esta pudiera percatarse a tiempo. El hombre, al intentar atravesarla con su espada, es alcanzado por 3 flechas: una en la mano derecha, otra en la espalda y una en su pierna izquierda, y como consecuencia, cayó al suelo inmóvil.

  Este tétrico y misterioso personaje hablaba al oído de la pelirroja, que inmóvil dejaba escapar sus  sollozos. Aunque su voz era apenas audible, daba a entender que quien hablaba era una mujer muy anciana.- Dejad que me la lleve, sabéis que no tiene caso protegerla. No ha debido nacer, desde un principio lo sabíais, pero los de vuestra especie son tercos, necios, imperfectos y decidisteis retar a la autoridad.  Aun así, se os da una oportunidad para que vuestro castigo no se agravie aún más. Entregadla, de todos modos está maldita. Entregadla y os prometo que haré lo posible para que no sufra… más de lo necesario.- 


La anciana, recogiendo su espalda y alzando su pecho en señal de dolor,  profirió un grito tan agudo que el bosque entero se estremeció.


 Del brazo izquierdo del derribado hombre, se desprendía una serpiente, la cual se había enroscado en el cuerpo de la anciana y tras comprimir su cuerpo le perforó  el cuello 5 veces con sus enormes y venenosos colmillos. La mujer de cabello rojizo reaccionó y con la pequeña a espaldas se ubicó al costado del hombre. Inmediatamente una luz blanca y cegadora envolvió los cuerpos del trio, desapareciendo así de la apocalíptica escena.



 Entre las cascadas del bosque, el cual continuaba  oscuro y lluvioso, aparecía nuevamente esta familia, la mujer posó a la pequeña encima de una roca, para proceder a arrancar las flechas del cuerpo de aquel agonizante hombre.  Después de retirarlas todas, las heridas comenzaron a curarse por si solas. 



 La mujer volvió para arrodillarse frente a la niña, rezando nuevamente en su extraño idioma.  Tocaba la cabeza y pecho de la pequeña con sus pulgares.
 Yo, por mi parte,  podía sentir  lo agitada y asustada que estaba la niña. Todo su semblante revelaba el pánico que tenía.



Tras algunos minutos de ininterrumpidas oraciones, la mujer se corta la mano con una de las flechas y derrama un poco de su propia sangre en el tobillo de la pequeña. La sangre se esparció por todo el cuerpo de la pequeña y formó un patrón de marcas. Después de unos segundos, dichos trazados retrocedieron y se resumieron a 3 pequeños lunares que eventualmente desaparecieron.


 Mirando y acariciando el rostro de la pequeña, le cantó una canción. Tal vez una canción de cuna, no podría decir exactamente que era, sólo entendía una extraña melodía, ya que el idioma en el que estaba cantando era el mismo en el que rezaba.



- Hay tantas cosas que quisiera decirte, pero no es el momento ni la forma. Te amo, sé fuerte,  valiente y cuidadosa. Ahora hazle caso a mami, ve sigue la luz, sin mirar atrás ¿Lo prometes?  


- ¿Mami, me vas a abandonar? ¿Ya no me quieres? – Preguntó la niña con rostro asustado y ojos cristalizados por las lágrimas.



- Ya te dije que te amo, cariño. Y si tú también amas a mami, vas a seguir la luz. ¿Verdad? ¿Amas a mamá y seguirás la luz sin mirar atrás?



- Sí -


 A continuación una luz salía lentamente de la boca de la mujer y a medida que esta abandonaba el cuerpo, su piel perdía color y se hacía cada vez más gris y arrugada.  La mujer cayó al suelo agotada mientras la niña, hipnotizada, perseguía a la luz a través del bosque.
  


La mujer intentó reincorporarse lentamente, lo logró pero se podía ver que ya no era la misma, todo lo que se suponía debían ser sus ojos azules ahora sólo eran manchas negras que cubrían toda la superficie del ojo. Su piel era gris y sus venas resaltaban en su cuerpo, su cabello comenzó a tornarse blanco y sus labios se secaron totalmente el hombre se reincorporó también.



 Al ver de espaldas a la ahora deteriorada mujer, el hombre se dirigió a su lado y le tomo suavemente  la mano. Dejando lágrimas salir le dijo:


- ¿Ya se ha ido, no? No pude despedirme de ella. Lo siento, esto no tenía por qué ser así. Te he hecho más daño con este amor que el peligro  del que intenté salvarte.


- No lo sientas, porque yo no me arrepiento de amarte, mucho menos me arrepiento de tenerla a ella. No hay dolor en ningún mundo que haga que me arrepienta de esto.


- Siempre has sido la más fuerte de los dos.



- No cuando me quedé pasmada frente a ella… fue tan veloz, creía que la perdería por un instante, hasta que le atacaste.



 - Pero necesitabas la concentración suficiente, no es tu culpa.


- Como sea, eso debe acabarse ahora,  debes ser fuerte, yo debo ser fuerte, juntos debemos ser suficientes para acabar con todo esto. Debemos protegerla a como dé lugar. No me perdonaría dejar un espacio a la debilidad otra vez, y a ti tampoco.-  Juntaron sus frentes  y se abrazaron tierna y tristemente.



- Prepárate.- Susurro la mujer.


  El hombre se despojó de su capa y entre jadeos, desgarramiento de piel y derramamiento de sangre, comenzaron a asomarse tres gigantescas alas negras de su espalda.  Dos en sus omóplatos y una en la línea de la columna.



La mujer confundida lo mira unos instantes, a lo que el hombre responde con una sonrisa de decepción:
- Ya sólo me quedan tres.-La mujer asiente y al escuchar caballos acercándose, corrió a su encuentro, el hombre por su parte le siguió desde los aires.


Tendida en el suelo abrí mis ojos y con un mareo extraño pude levantarme recostándome de la pared y encendí la luz nuevamente


- ¡Qué demonios! ¿Fue todo un sueño?  Todo esto es mucho para una sola noche, maldita sea – A pesar de sentir que estuve en  un fantasioso mundo por horas, tras revisar el reloj me percaté de que  eran las 3:03a.m. Sólo habían pasado 3 minutos.


 Recordé el grito de mi mamá me dirigí silenciosamente a su cuarto a verificar que estuviese bien. Al abrir la puerta,  bajo la leve luz que se colaba desde el pasillo, vi una enorme silueta jorobada, ubicada encima de mi madre.  Encendí la luz esperando ver la peor y más sangrienta escena frente a mí, el bombillo titiló y entre este parpadeo de luz vi a esta enorme criatura avanzar contra mí, por lo que grité desesperada.



- ¿Elizabeth, qué ocurre? - Preguntó mi madre alterada por mi grito- ¿Estás bien cariño? Estás muy pálida  ¿por qué gritaste? ¿Qué haces en mi cuarto?


Desesperada, me levante rápidamente y examiné la habitación en busca de aquella criatura, no encontré nada, me volví con mi madre y la revise en busca de marcas rasguños o heridas y tampoco encontré nada.


- ¡Elizabeth! ¿Qué ocurre?


- Lo siento, mamá. Tuve una pesadilla y después un ruido me despertó y corrí acá asustada.-  La abracé inmediata y fuertemente.


-  Cálmate no ha pasado nada, todo fue un mal sueño, cariño… ¡Oooh!  Aún eres mi pequeña y asustadiza niña - dijo mientras me regresaba el abrazo - aunque cumplas mil años siempre serás mi pequeña Eli.


- ¿Puedo dormir contigo esta noche? – pregunté. La verdad es que no quería dejarla sola, temía que esa criatura volviera. Aunque quizás todo fuese un juego de mi mente.


- Todas las noches que quieras, mi cielo.- Me besó la frente y nos fuimos a dormir. Fue extraño pero concilié el sueño casi inmediatamente

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Despertar (Capítulo 3)


 Podía percibir el aroma de su perfume, una fragancia masculina, encantadora. Su pecho era firme y frío.

- ¡Hey! ¿Cuál es tu problema? – Dijo él con aquella sensual voz, ronca y áspera, gracias a la cual mi cuerpo se estremeció por completo.

- Lo siento, en verdad,  lo siento -  Dije tartamudeando mientras me levantaba rápida y torpemente, tratando de no lastimarlo más.

- ¿Estás bien? Te ves muy pálida y estás temblando.  

- Sí, sí… o eso creo, no sé… estos ojos brillantes me venían persiguiendo por las escaleras y... – Volteé a ver a las escaleras, las cuales ya no tenían luz alguna. Ese rostro volvió a atormentar mi mente y retrocedí, instintivamente, un paso.

- ¿Por las escaleras? Déjame ver -  Se adentró en las escaleras en busca de… lo que fuese eso.

El corazón me comenzó a latir fuerte y aceleradamente, creí que aquel chico corría peligro. Por fin lo vi regresar de entre las sombras junto a aquellos malditos ojos.

- ¿Era está la malvada y fantasmagórica presencia de ojos brillosos que te perseguía? – Preguntó mientras cargaba a un estúpido gato negro de ojos amarillentos, entre sus brazos.

- No estoy segura, aunque sus ojos son muy similares – Comenté irritada por su risa.

 Yo no estaba loca, sabía muy bien lo que había visto, aunque, tal vez, podría estar aun bajo los efectos de la estúpida droga. Había leído que, dependiendo de la dosis, sus efectos podrían durar de uno a tres días, y yo había tomado más de una pastilla.

- Y… ¿Qué hacías allá arriba tú sola?

- ¡Demonios! Voy tarde, se supone que tengo que llevar unos utensilios de laboratorio al salón de química.

- ¿Tú sola? Tu profesor no parece muy inteligente o caballeroso.

-  Sí, bueno… ¿Cómo sabes que es un hombre? – Pregunté intrigada. Nunca lo había visto antes estudiando aquí.

- Pues he escuchado que es hombre. – Respondió con su rostro serio

- ¿Quién eres? Nunca te había visto por aquí…

- Me llamo Sebástian, mucho gusto, soy nuevo aquí. – Tendió su mano derecha hacia mí.

-  Elizabeth, mucho gusto. – Extendí mi mano para estrecharla con la suya.  Al tacto volví a sentir un escalofrío.

- ¿Quieres que te ayude con las cajas y esas cosas?

- Bueno, está bien, supongo.

Nos dirigimos al sótano a través de las oscuras escaleras, al llegar encendí las luces, busqué las cajas, y como prometió, me ayudó a cargarlas de vuela. Cuando entramos al salón todos posaron sus miradas en nosotros y se quedaron callados, todos excepto Karla, que se reía entre dientes,  imaginé lo que había pensado en ese momento y le dirigí una mirada disimulada pero suficientemente fulminante como para que se tranquilizase.

- Señorita Dayek  ¿Se puede saber por qué tardó tanto en encontrar unas simples cajas?- Preguntó el profesor Hale en un tono acusador.

- Es que me quedé encerrada en el ascensor de carga-  Fue lo que se me ocurrió decirle al chismoso Hale.

-¿Y el caballero, quién es?

- Sebástian Hudson, soy el nuevo estudiante.

- Oh Sr. Hudson, es un placer, pero usted no tiene clases hasta mañana, así que ¿Qué está haciendo aquí?


- Vine a arreglar algunos papeles, y de regreso me encontré con ella y la ayudé,  y bueno, ya me voy. Adiós. – Dijo mientras caminaba de regreso a la puerta y me hacía un gesto con la mano.

 Como era de esperarse, Karla estuvo acosándome con preguntas, sobre aquél chico, durante toda la clase. Al final de está, recordé que Karla me debía ciertas explicaciones.

- Karla ¿Por qué le diste mi número a Ryan? Y aún peor ¿Por qué demonios le diste la dirección de mi casa?  ¿En qué diablos estabas pensando? – Pregunté mientras nos dirigíamos a la feria.

- No tiene nada de malo, es un buen chico, y es precioso.

- Pero no me dijiste nada, además él no me gusta.

- A ti nunca te gusta nadie.

- Ese no es tu problema. – Respiré profundamente y continué – Mira, me parece bien que tú pretendas relacionarte con cualquier chico atractivo, pero sabes que yo no soy así.

- Lo siento, yo sólo quería que te distrajeras un rato-  Y vaya que me “distraje”  

- Ya no importa, igual sí la pasé bien.

- ¿Cómo así? ¿Qué hicieron? ¡Cuéntamelo todo desde la A hasta la Z! – Dijo emocionada.

- Sólo fuimos a comer y dimos un paseo por el parque, nada demasiado extremo como te hubiese gustado a ti – Reí.

- ¡Aburriiiidoooo!

- ¡Bah! Cállate, zorra – Le di un pequeño golpe en el brazo.

- Voy a comprar pizza, ve a buscar un asiento - ofreció Karla.

 Siempre que ella metía la pata conmigo, trataba de arreglar las cosas con pizza, mi comida favorita.

En lo que se fue me senté en una de las mesas rectangulares de la feria, esta no había cambiado mucho, quizás el personal cuando mucho, pero el resto seguía igual, todo color blanco y ladrillo, con piso oscuro y las mesas blancas y otras plateadas, habían más mesas en el jardín, al aire libre, pero allí afuera sólo habían tortolitos, dándose muestras de afecto, algunas más exageradas e innecesarias que otras, pero bueno… demasiada azúcar en mi café.

Me relajé entre mis brazos, me puse en posición de descansó a esperar a que llegara Karla. Los últimos días habían sido realmente agotadores.

- ¿Te importa si me siento aquí? -

Esa voz sensual y masculina, irrumpió en  mis pensamientos, esta sólo podía provenir de los labios de…

- Sebástian, hola. No, no hay problema, siéntate, estoy esperando a una amiga. Creí que te habías ido ya.

- Bueno… es que quería conocer un poco más este lugar, no quiero estar tan desubicado el día de mañana. – Evocó una sonrisa ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo de su rostro. Encantadora, sus dientes eran perfectos y blancos. Él se me hacia tan familiar, aunque sé que jamás lo he visto, sentía que lo conocía, hay algo familiar en su persona, pero, a pesar de todo eso, sentía cierta desconfianza o inquietud respecto a él, era algo difícil de explicar.

- ¿Cómo sigues? ¿No te golpeaste al caer, ni nada?-  Preguntó, ya que me había quedado muda por un instante.

- Pues no, creo que tuve la suerte suficiente para que me atraparas.

- Yo no te atrapé, tú me caíste encima, de la nada.

- Creo que ya me disculpé por eso, de todas formas lo siento, nuevamente. 

-  Como sea, ya pasó ¿Qué edad tienes?

- Dieciocho, los cumplí… El viernes… - Mi voz se quebró en las últimas palabras y de nuevo los recuerdos vinieron a mí.

- Vaya ¿Tan mal la pasaste? – Preguntó serio.

- ¿Por qué lo preguntas?

- Por tu rostro– Posó su gélido dedo índice entre mis cejas para deshacer el ceño fruncido que se había formado en mí frente.

 Volví a estremecerme. Inmediatamente el frunció el ceño y parpadeó unas tantas veces. Es como si se hubiese molestado de la nada.

- ¿Ahora eres tú al que le ocurre algo?

- No, no, en absoluto.

 - Hola hola, Eli, aquí está tu pizza – Canturreó Karla mientras colocaba aquel pedazo, obviamente exagerado, de pizza frente a mí.

 Normalmente habría empezado a comer sin dudarlo ni un segundo, pero no me siento cómoda comiendo frente a otros, sólo frente a mis amigos más cercanos, y ellos saben que no me gusta que me miren mucho mientras como. De hecho cuando Ryan me llevó a almorzar, sólo pedí una ensalada y unas papas para sentirme un poco más a gusto frente a él.

- Gracias Karla, parece que es mucho para mí - Karla me observó confundida-  Por cierto, te presento al chico nuevo, él es Sebástian - Ambos se estrecharon las manos.

- Yo soy Karla, un placer –contestó ella con una sonrisa.

- Igualmente – Comentó él

- Oigan, lo siento pero ya debo irme, adiós. - Acto seguido se levantó de la silla y se marchó, dejando tras el viento el rastro de su perfume.

- Creo que tu amiguito es muy extraño ¿O tal vez le caí mal?- Preguntó Karla consternada, al igual que yo.

- No lo sé, no tengo la más mínima idea de por qué se fue así.
 
- Hola chicas ¿Hay espacio para dos más por aquí? – Preguntó Hilary junto a Cheis.

No, búsquense su propia mesa, bastardos. Respondió Karla.

- ¡Waoh! Miren quien anda de altanera hoy, mi “rubia falsa” favorita - Dijo Cheis mientras se sentaba, al igual que Hillary, haciendo caso omiso a la respuesta negativa de Karla.

-  Falso es eso que escondes en tus boxers, cariño – Todos comenzamos a reírnos.

Extrañaba mucho a mis amigos.

El resto del día transcurrió “Normal”  a excepción de que la lluvia no cesaba, sentía una pesadez extraña  y el perfume de  Sebástian estuvo presente todo el día en mi nariz, estaba totalmente embelesada por ese aroma.

Él era alto y aparentemente se ejercitaba, de cabello tan negro como el mío, labios rosados carnosos y suaves a la vista, de facciones casi perfectas, ojos verdes y profundos.  Aunque, si bien era muy atractivo, tampoco era el chico más guapo del mundo, pero había algo más, algo que no podía percibir con ninguno de mis cinco sentidos. Había algo en él que nunca había divisado en ningún otro hombre.  Su mirada, su voz, su presencia me causaba una inquietud y una intriga tremenda.


Saludé a mi madre al llegar a casa, cenamos y nos acostamos a dormir. Me dio flojera organizar toda la ropa lavada que había dejado mamá en mi cama, así que lo tiré todo en la silla de al lado  y me acosté a dormir.

En medio de mí noche, un gran frío me despertó y entonces me arropé con la otra colcha, cosa que nunca imaginé que haría, ya que casi siempre amanecía desarropada por el calor. Mientras intentaba recuperar el sueño escuché un rechinido en mi puerta, como si alguien la estuviese abriendo, volteé unos segundos para comprobar, pero estaba cerrada, me acomodé nuevamente para reincorporarme en mi sueño. Escuché el rechinido de nuevo, pero esta vez sentí que la puerta comenzó a abrirse, lentamente, hasta estar del todo abierta.

  Alguien me miraba desde la entrada de mi cuarto, fijamente. Comencé a sentir una pesadez arrolladora junto con un enorme frío. Yo mantenía mis ojos fuertemente cerrados, tras unos minutos agonizantes, escuché como se cerraba la puerta. El inmenso frío desapareció junto con la sensación de pesadez. Encendí la lámpara inmediatamente y examiné a mí alrededor,  todo parecía estar bien a excepción de mis ventanas empañadas.

 Con paso dudoso me acerqué a la puerta y la abrí poco a poco. Con cada centímetro que  recorría la puerta, mi inseguridad aumentaba al punto de hacerme temblar. Me asomé por el pasillo y corrí hasta el baño para encender la luz de esté, ya que en el pasillo que da hacia mi cuarto no hay lámpara alguna. Eché un vistazo, por la baranda de las escaleras, hasta el piso  bajo, observé la sala y todo estaba muy oscuro y silencioso, sólo escuchaba el tic tac del reloj en la pared, el cual marcaba las 3:00 a.m. Decidí ir al baño y lavar mi cara.


 Tras mirarme durante unos segundos en el espejo, vi que mis pupilas se estaban dilatando y noté una luz naranja que emanaba de mi piel , vi mis manos y el resto de mi cuerpo, el color era más fuerte en mis piernas, esta vez la luz se hacia más intensa, instante tras instante, al mismo tiempo la luz del baño comenzaba a incomodarme los ojos, cada vez más hasta el punto en que no podía mantener los ojos abiertos, busqué el interruptor de la luz con mis manos y lo desactivé. Abrí  los ojos y comencé a ver leves siluetas de colores difuminados en todas partes del baño pero cuando vi mis manos el color era más intenso, mis ojos empezaron a arder, tanto, que comenzaron a llorar solos, un fuerte dolor golpeó mi cabeza, como una gran descarga eléctrica en cada parte de mi cerebro. Recostada de la pared, caí lentamente hasta el suelo, donde me acurruqué en posición fetal  y posé las manos sobre mis cienes. El suelo comenzó a temblar violentamente, en conjunto las paredes y el techo se derrumbaba sobre mí, escuché a mi mamá gritar.