miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Despertar (Capítulo 3)


 Podía percibir el aroma de su perfume, una fragancia masculina, encantadora. Su pecho era firme y frío.

- ¡Hey! ¿Cuál es tu problema? – Dijo él con aquella sensual voz, ronca y áspera, gracias a la cual mi cuerpo se estremeció por completo.

- Lo siento, en verdad,  lo siento -  Dije tartamudeando mientras me levantaba rápida y torpemente, tratando de no lastimarlo más.

- ¿Estás bien? Te ves muy pálida y estás temblando.  

- Sí, sí… o eso creo, no sé… estos ojos brillantes me venían persiguiendo por las escaleras y... – Volteé a ver a las escaleras, las cuales ya no tenían luz alguna. Ese rostro volvió a atormentar mi mente y retrocedí, instintivamente, un paso.

- ¿Por las escaleras? Déjame ver -  Se adentró en las escaleras en busca de… lo que fuese eso.

El corazón me comenzó a latir fuerte y aceleradamente, creí que aquel chico corría peligro. Por fin lo vi regresar de entre las sombras junto a aquellos malditos ojos.

- ¿Era está la malvada y fantasmagórica presencia de ojos brillosos que te perseguía? – Preguntó mientras cargaba a un estúpido gato negro de ojos amarillentos, entre sus brazos.

- No estoy segura, aunque sus ojos son muy similares – Comenté irritada por su risa.

 Yo no estaba loca, sabía muy bien lo que había visto, aunque, tal vez, podría estar aun bajo los efectos de la estúpida droga. Había leído que, dependiendo de la dosis, sus efectos podrían durar de uno a tres días, y yo había tomado más de una pastilla.

- Y… ¿Qué hacías allá arriba tú sola?

- ¡Demonios! Voy tarde, se supone que tengo que llevar unos utensilios de laboratorio al salón de química.

- ¿Tú sola? Tu profesor no parece muy inteligente o caballeroso.

-  Sí, bueno… ¿Cómo sabes que es un hombre? – Pregunté intrigada. Nunca lo había visto antes estudiando aquí.

- Pues he escuchado que es hombre. – Respondió con su rostro serio

- ¿Quién eres? Nunca te había visto por aquí…

- Me llamo Sebástian, mucho gusto, soy nuevo aquí. – Tendió su mano derecha hacia mí.

-  Elizabeth, mucho gusto. – Extendí mi mano para estrecharla con la suya.  Al tacto volví a sentir un escalofrío.

- ¿Quieres que te ayude con las cajas y esas cosas?

- Bueno, está bien, supongo.

Nos dirigimos al sótano a través de las oscuras escaleras, al llegar encendí las luces, busqué las cajas, y como prometió, me ayudó a cargarlas de vuela. Cuando entramos al salón todos posaron sus miradas en nosotros y se quedaron callados, todos excepto Karla, que se reía entre dientes,  imaginé lo que había pensado en ese momento y le dirigí una mirada disimulada pero suficientemente fulminante como para que se tranquilizase.

- Señorita Dayek  ¿Se puede saber por qué tardó tanto en encontrar unas simples cajas?- Preguntó el profesor Hale en un tono acusador.

- Es que me quedé encerrada en el ascensor de carga-  Fue lo que se me ocurrió decirle al chismoso Hale.

-¿Y el caballero, quién es?

- Sebástian Hudson, soy el nuevo estudiante.

- Oh Sr. Hudson, es un placer, pero usted no tiene clases hasta mañana, así que ¿Qué está haciendo aquí?


- Vine a arreglar algunos papeles, y de regreso me encontré con ella y la ayudé,  y bueno, ya me voy. Adiós. – Dijo mientras caminaba de regreso a la puerta y me hacía un gesto con la mano.

 Como era de esperarse, Karla estuvo acosándome con preguntas, sobre aquél chico, durante toda la clase. Al final de está, recordé que Karla me debía ciertas explicaciones.

- Karla ¿Por qué le diste mi número a Ryan? Y aún peor ¿Por qué demonios le diste la dirección de mi casa?  ¿En qué diablos estabas pensando? – Pregunté mientras nos dirigíamos a la feria.

- No tiene nada de malo, es un buen chico, y es precioso.

- Pero no me dijiste nada, además él no me gusta.

- A ti nunca te gusta nadie.

- Ese no es tu problema. – Respiré profundamente y continué – Mira, me parece bien que tú pretendas relacionarte con cualquier chico atractivo, pero sabes que yo no soy así.

- Lo siento, yo sólo quería que te distrajeras un rato-  Y vaya que me “distraje”  

- Ya no importa, igual sí la pasé bien.

- ¿Cómo así? ¿Qué hicieron? ¡Cuéntamelo todo desde la A hasta la Z! – Dijo emocionada.

- Sólo fuimos a comer y dimos un paseo por el parque, nada demasiado extremo como te hubiese gustado a ti – Reí.

- ¡Aburriiiidoooo!

- ¡Bah! Cállate, zorra – Le di un pequeño golpe en el brazo.

- Voy a comprar pizza, ve a buscar un asiento - ofreció Karla.

 Siempre que ella metía la pata conmigo, trataba de arreglar las cosas con pizza, mi comida favorita.

En lo que se fue me senté en una de las mesas rectangulares de la feria, esta no había cambiado mucho, quizás el personal cuando mucho, pero el resto seguía igual, todo color blanco y ladrillo, con piso oscuro y las mesas blancas y otras plateadas, habían más mesas en el jardín, al aire libre, pero allí afuera sólo habían tortolitos, dándose muestras de afecto, algunas más exageradas e innecesarias que otras, pero bueno… demasiada azúcar en mi café.

Me relajé entre mis brazos, me puse en posición de descansó a esperar a que llegara Karla. Los últimos días habían sido realmente agotadores.

- ¿Te importa si me siento aquí? -

Esa voz sensual y masculina, irrumpió en  mis pensamientos, esta sólo podía provenir de los labios de…

- Sebástian, hola. No, no hay problema, siéntate, estoy esperando a una amiga. Creí que te habías ido ya.

- Bueno… es que quería conocer un poco más este lugar, no quiero estar tan desubicado el día de mañana. – Evocó una sonrisa ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo de su rostro. Encantadora, sus dientes eran perfectos y blancos. Él se me hacia tan familiar, aunque sé que jamás lo he visto, sentía que lo conocía, hay algo familiar en su persona, pero, a pesar de todo eso, sentía cierta desconfianza o inquietud respecto a él, era algo difícil de explicar.

- ¿Cómo sigues? ¿No te golpeaste al caer, ni nada?-  Preguntó, ya que me había quedado muda por un instante.

- Pues no, creo que tuve la suerte suficiente para que me atraparas.

- Yo no te atrapé, tú me caíste encima, de la nada.

- Creo que ya me disculpé por eso, de todas formas lo siento, nuevamente. 

-  Como sea, ya pasó ¿Qué edad tienes?

- Dieciocho, los cumplí… El viernes… - Mi voz se quebró en las últimas palabras y de nuevo los recuerdos vinieron a mí.

- Vaya ¿Tan mal la pasaste? – Preguntó serio.

- ¿Por qué lo preguntas?

- Por tu rostro– Posó su gélido dedo índice entre mis cejas para deshacer el ceño fruncido que se había formado en mí frente.

 Volví a estremecerme. Inmediatamente el frunció el ceño y parpadeó unas tantas veces. Es como si se hubiese molestado de la nada.

- ¿Ahora eres tú al que le ocurre algo?

- No, no, en absoluto.

 - Hola hola, Eli, aquí está tu pizza – Canturreó Karla mientras colocaba aquel pedazo, obviamente exagerado, de pizza frente a mí.

 Normalmente habría empezado a comer sin dudarlo ni un segundo, pero no me siento cómoda comiendo frente a otros, sólo frente a mis amigos más cercanos, y ellos saben que no me gusta que me miren mucho mientras como. De hecho cuando Ryan me llevó a almorzar, sólo pedí una ensalada y unas papas para sentirme un poco más a gusto frente a él.

- Gracias Karla, parece que es mucho para mí - Karla me observó confundida-  Por cierto, te presento al chico nuevo, él es Sebástian - Ambos se estrecharon las manos.

- Yo soy Karla, un placer –contestó ella con una sonrisa.

- Igualmente – Comentó él

- Oigan, lo siento pero ya debo irme, adiós. - Acto seguido se levantó de la silla y se marchó, dejando tras el viento el rastro de su perfume.

- Creo que tu amiguito es muy extraño ¿O tal vez le caí mal?- Preguntó Karla consternada, al igual que yo.

- No lo sé, no tengo la más mínima idea de por qué se fue así.
 
- Hola chicas ¿Hay espacio para dos más por aquí? – Preguntó Hilary junto a Cheis.

No, búsquense su propia mesa, bastardos. Respondió Karla.

- ¡Waoh! Miren quien anda de altanera hoy, mi “rubia falsa” favorita - Dijo Cheis mientras se sentaba, al igual que Hillary, haciendo caso omiso a la respuesta negativa de Karla.

-  Falso es eso que escondes en tus boxers, cariño – Todos comenzamos a reírnos.

Extrañaba mucho a mis amigos.

El resto del día transcurrió “Normal”  a excepción de que la lluvia no cesaba, sentía una pesadez extraña  y el perfume de  Sebástian estuvo presente todo el día en mi nariz, estaba totalmente embelesada por ese aroma.

Él era alto y aparentemente se ejercitaba, de cabello tan negro como el mío, labios rosados carnosos y suaves a la vista, de facciones casi perfectas, ojos verdes y profundos.  Aunque, si bien era muy atractivo, tampoco era el chico más guapo del mundo, pero había algo más, algo que no podía percibir con ninguno de mis cinco sentidos. Había algo en él que nunca había divisado en ningún otro hombre.  Su mirada, su voz, su presencia me causaba una inquietud y una intriga tremenda.


Saludé a mi madre al llegar a casa, cenamos y nos acostamos a dormir. Me dio flojera organizar toda la ropa lavada que había dejado mamá en mi cama, así que lo tiré todo en la silla de al lado  y me acosté a dormir.

En medio de mí noche, un gran frío me despertó y entonces me arropé con la otra colcha, cosa que nunca imaginé que haría, ya que casi siempre amanecía desarropada por el calor. Mientras intentaba recuperar el sueño escuché un rechinido en mi puerta, como si alguien la estuviese abriendo, volteé unos segundos para comprobar, pero estaba cerrada, me acomodé nuevamente para reincorporarme en mi sueño. Escuché el rechinido de nuevo, pero esta vez sentí que la puerta comenzó a abrirse, lentamente, hasta estar del todo abierta.

  Alguien me miraba desde la entrada de mi cuarto, fijamente. Comencé a sentir una pesadez arrolladora junto con un enorme frío. Yo mantenía mis ojos fuertemente cerrados, tras unos minutos agonizantes, escuché como se cerraba la puerta. El inmenso frío desapareció junto con la sensación de pesadez. Encendí la lámpara inmediatamente y examiné a mí alrededor,  todo parecía estar bien a excepción de mis ventanas empañadas.

 Con paso dudoso me acerqué a la puerta y la abrí poco a poco. Con cada centímetro que  recorría la puerta, mi inseguridad aumentaba al punto de hacerme temblar. Me asomé por el pasillo y corrí hasta el baño para encender la luz de esté, ya que en el pasillo que da hacia mi cuarto no hay lámpara alguna. Eché un vistazo, por la baranda de las escaleras, hasta el piso  bajo, observé la sala y todo estaba muy oscuro y silencioso, sólo escuchaba el tic tac del reloj en la pared, el cual marcaba las 3:00 a.m. Decidí ir al baño y lavar mi cara.


 Tras mirarme durante unos segundos en el espejo, vi que mis pupilas se estaban dilatando y noté una luz naranja que emanaba de mi piel , vi mis manos y el resto de mi cuerpo, el color era más fuerte en mis piernas, esta vez la luz se hacia más intensa, instante tras instante, al mismo tiempo la luz del baño comenzaba a incomodarme los ojos, cada vez más hasta el punto en que no podía mantener los ojos abiertos, busqué el interruptor de la luz con mis manos y lo desactivé. Abrí  los ojos y comencé a ver leves siluetas de colores difuminados en todas partes del baño pero cuando vi mis manos el color era más intenso, mis ojos empezaron a arder, tanto, que comenzaron a llorar solos, un fuerte dolor golpeó mi cabeza, como una gran descarga eléctrica en cada parte de mi cerebro. Recostada de la pared, caí lentamente hasta el suelo, donde me acurruqué en posición fetal  y posé las manos sobre mis cienes. El suelo comenzó a temblar violentamente, en conjunto las paredes y el techo se derrumbaba sobre mí, escuché a mi mamá gritar. 

sábado, 3 de noviembre de 2012

Extraños Sucesos (Capítulo 2)



El trayecto de vuelta a casa no tuvo ningún acontecimiento interesante, mi madre sólo hablaba una y otra vez acerca de que debía de tener cuidado, que ese desmayo se debió a mis altibajos con la comida <Realmente fue por golpearme la cabeza pero ella es de ese tipo de madres que tienen la razón sin importar qué> y que ahora me veía mas pálida que nunca, me mandaría a hacer exámenes con el doctor de la familia, ya que no confiaba en extraños, lo que me pareció totalmente exagerado y ridículo.  Me encontraba vagando en mis escasos pensamientos  y recordé que no tenía nada que hacer hasta el lunes que comenzaban las clases. Llegamos a casa en la tarde. Me duché y me vestí con mi pijama, preparé las palomitas y llamé para pedir una pizza.

- Nena vente,  acompaña un rato a tu solitaria madre  – Dijo desde el sofá.

Ella era muy cariñosa pero era muy diferente a mí en muchas formas, de piel menos blanca que la mía y cabello castaño largo y liso, no muy alta, era de casi mi tamaño.

-Ya voy mamá - en ese momento sonó el teléfono - Yo contesto.
-  Si… Buenas noches…

- Ehhh… buenas noches por favor con Elizabeth Dayek . - Dijo la voz extrañamente familiar 

-  Hola, ella habla.

- Ah… hola Eli, habla Ryan emm… esto… bueno, llamaba para decirte que en su habitación dejaron un collar, entonces, quería saber si era tuyo.

 Coloqué instintivamente mi mano en mi cuello buscando algún rastro del collar. No estaba.

- Sí, es mío, gracias, no me había dado cuenta de que lo había dejado ¿cuando puedo buscarlo?

- Si quieres yo puedo llevártelo.

- Oh no, tranquilo, no te quiero molestar.

- No es ninguna molestia - se apresuró a decir.

-  Bueno esta bien yo… -no terminé de hablar para darle mi dirección cuando colgó el teléfono de golpe.

- ¡Ok, que chico más raro este!- pensé en voz alta, y posteriormente me pregunté a mi misma: ¿De donde sacó mi número? 

- ¿Quién era? - Preguntó mi madre mientras aparecía detrás de mí hablando prácticamente en mi oreja, lo que me asustó y me hizo pegar un pequeño salto.

- Mamá, te he dicho que no me asustes así ¿Por qué tienes que ser tan rara? - a lo que ella contestó entre risas…

- Pues porque no sería tu madre si no fuese así… ¿no crees? - dijo en tono sarcástico.

-¿Que insinúas?

- Nada, nada… yo sólo decía… -se alejó rápidamente de la cocina.

Llegó la pizza y comimos viendo unas películas hasta que el cansancio me estaba venciendo y me quedé dormida en el sofá.

Amaneció y tocaron a la puerta, salí a ver quien era, para mí sorpresa era Ryan parado frente a  mí con una chaqueta negra de rayas rojas y blancas a la altura de sus pectorales, y unos pantalones negros.

- Hola Ryan.

- Hola, hermosa ¿cómo estás? - <¿Hermosa?>

- ¿Puedo entrar?- dijo al ver que me quedé muda.

- Claro pasa  ¿Se te ofrece algo?

- Sí, te quiero a ti – soltó a la vez que cerraba la puerta de golpe y me lanzaba al sofá dándome una ráfaga de besos y arrancándome la ropa.

 - Oohhh… ¿Qué demo…nios…. eees eesto? - besaba tan bien que no podía pedirle que se detuviera,  de mi boca sólo salían gemidos y más gemidos.

- Vamos, déjame tenerte sólo para mí - Decía mientras se quitaba la chaqueta y la camisa quedando sólo con sus pantalones, dejando su torso perfectamente bronceado al descubierto Él estaba como le daba la gana.

Me encargué de arrancar el botón de su pantalón y para mi grata sorpresa no cargaba más nada encima. No supe en que momento me quito toda la ropa y empezó a besar mi cuerpo de arriba a bajo hasta que comenzó la penetración.  Era una sensación exquisita, con unas embestidas grandiosas,  no podía evitar el gemir de placer.

- Elizabeth…

- Dime - dije con un hilo de voz. Estaba a punto de llegar al clímax.

- Es que… - Caí del sofá, desperté de mi sueño instantáneamente

- ¡Maldición¡ ¿pero qué demonios?

Me dirigí al baño empañada por el sudor y algo confundida por ese sueño tan “húmedo”, eran las 3:00 a.m., me metí en la regadera con agua tibia para calmar el calor  sin que me diera mucho frío,  pero entonces sentí un escalofrió en mi brazo izquierdo, por lo que supuse que la puerta estaba abierta, lo que me desconcertó un poco ya que creí haberla cerrado. Hice caso omiso y me salí después de unos tantos minutos ya que comenzaba a hacer muchísimo frío  Me sequé la cara, el cuerpo, luego me amarré la toalla y me dispuse a buscar las pastillas que debía tomar, dentro de la repisa que había encima del lavamanos. Cerré la puerta de la repisa y me quedé helada al ver,  a través del espejo, detrás de mi, al doctor Hilbert  (El mismo doctor que me atendió en la enfermería del club) mirándome fría y fijamente, al voltearme rápidamente no vi a nada, ni a nadie. Atribuí todo esto al cansancio que me provocó el quedarme dormida en el sofá < O al menos eso preferí creer>  me vestí y me fui a mi habitación.
 
Pasé toda la madrugada inquieta y soñando cosas carentes de cualquier sentido, demasiado extraño incluso para un sueño, a veces eran muy reales y casi no se sentían como sueños.
Al despertarme por la mañana, fui al baño a cepillarme los dientes y peinarme. Bajé a la cocina y vi una nota pegada a la nevera que decía:

“Querida Eli,  fui al supermercado a comprar algunas cosas, y luego me iré a casa de la Sra. Cooper. Regreso en la tarde.
   Con amor: Mamá”

Eso explicaba por qué había tanto silencio en la casa, luego me dispuse a comer cereal. Sólo después que comí me desperté por completo, y entonces fue cuando pude notar que alrededor de mi piel se podía ver una muy pequeña pero visible luz violeta. Esto me dejó atónita y parpadeé una y otra vez hasta que desapareció por completo - <Voy a dejar de tomar esas pastillas, me están volviendo loca>  Desde que comencé a tomarlas todo es muy extraño… no sé bien como explicarlo pero me siento algo mareada y escucho muchas cosas que normalmente no escucharía.  Fui en busca del frasco de pastillas e intente leer las pequeñísimas letras.

- ¿PCP? ¿Qué es esto? – Intenté seguir leyendo pero estaba en otro idioma, el cual desconocía.
Me dirigí a mi laptop mientras algunas cosas me daban vueltas y coloqué en el buscador:

 “PCP”. Y tras omitir algunos artículos obviamente distintos a lo que estaba buscando conseguí algo que me llamó la atención. 

<PCP: En 1965 se descontinuó el uso de la PCP como anestesia aprobada en seres humanos debido a que los pacientes a menudo se mostraban agitados, delirantes e irracionales cuando se recuperaban de sus efectos anestésicos. La PCP es una "droga disociativa", es decir, que distorsiona las percepciones visuales y auditivas y produce sentimientos de aislamiento o disociación del entorno y de sí mismo. La PCP se introdujo como droga de venta en la calle en los años sesenta y rápidamente adquirió la fama de que causaba reacciones adversas y que no valía la pena el riesgo de consumirla. Sin embargo, algunos consumidores continúan usando PCP debido a la sensación de fuerza, poder e invulnerabilidad que da la droga, así como por el efecto narcótico que puede producir.>

- ¿DROGAS? ¿PERO QUÉ COÑO? - Grité alterada-  ¿Qué clase de mierda me han hecho?

 Estaba furiosa y confundida, no tenía ningún sentido que el doctor me diera unas drogas para unos dolores de cabeza, aunque, al mismo tiempo, esto me calmaba un poco porque explicaba mucho, todas esas cosas raras que soñé, creí ver y escuchar y la manera en la cual me sentía, tenía todo una explicación totalmente lógica, lo que no tenía lógica era el motivo de aquel senil anciano para darme drogas, sin mencionar que era un asunto ilegal. Decidí ir al Club a reclamar unas cuantas cosas.

Después de vestirme alguien tocó la puerta, bajé corriendo a ver quién era.

- Hola, Elizabeth ¿Cómo estas? - Preguntó Ryan con una sonrisa.

 Recordé inmediatamente lo ocurrido en el sueño, Y estaba vestido exactamente igual. Lo cual, además de asustarme, me llevó a preguntarme si sus intenciones serían las mismas con las que soñé. Inmediatamente me sonrojé.

- Oh Ryan, lo siento pero ahora mismo voy corriendo al club, necesito hacer algo.

- Tranquila yo puedo llevarte - dijo mientras me señalaba su Yamaha FZ6, una moto preciosa según algunos chicos de mi clase.

- Waoh, bueno, si no te molesta… - dije como quien no quiere la cosa.

No sé si era por el efecto de las drogas o simplemente quería sentir la brisa en mi cara, tal vez en mi estado lo más sano no hubiese sido montarme.

- ¿Cómo me va a molestar llevar a una chica tan linda como tú? Vamos súbete – < Es definitivo, a este tipo de gusta coquetear>. Me coloqué el casco y me monte detrás de él.

 En ese momento vinieron más recuerdos a mi mente.

- Ryan, una pregunta. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Me refiero a… ¿Cómo supiste que vivo aquí? ¿Quién te dio mi dirección?

- Karla me dijo que después de lo que pasó, tu madre te fue a buscar y te trajo a casa, entonces me dio la dirección y… - Se calló al comprender que estaba metiendo la pata.  Yo asesinaría a Karla después de esto.

Al llegar al club  me bajé enseguida, le di a Ryan las gracias y me dirigí a la enfermería del lugar para buscar al demente anciano, decidí preguntarle a la señora Charlotte, una mujer regordeta y de cabello rojizo que trabajaba en la recepción de la enfermería.

- ¿Disculpe señora Charlotte, ha visto por aquí al Dr. Hilbert?

 La mujer me miró perpleja y pensativa.

- Creo... que no - Dijo un poco nerviosa por lo que sospeché que era mentira.

- Por favor, señorita, tiene que ayudarme necesito verlo ahora mismo, no le quito mucho tiempo ya va a ver. Sólo necesito preguntarle algo, es muy importante.

- Lo siento, pero no sé nada.

- Mire señora, sucede que puedo demandar a mucha gente aquí si no me atienden ahora mismo –Comenté en un tono de voz muy bajo pero suficientemente claro.

La mujer se puso aun más nerviosa, por lo que le dije al oído…
– No sé si usted sepa que el Dr. Hilbert  tiene un asunto con drogas, muy interesante, y tal vez usted también, quien sabe. No quiero tener que hacer esto más alarmante, de verdad que no tengo muchas ganas de hacer eso del papeleo… las demandas…

- Sígueme – Pidió.

 Eché una mirada quisquillosa a mi alrededor  y me percaté de que lo que yo había confundido con guardias de seguridad, en realidad eran policías rondando por el lugar. Seguí a la señora Charlotte a través de unos pasillos hasta un punto en el que estábamos libres de personal y policías.

- Verás, lo que sucede es que él… ha muerto. 

- ¿Qué?

- En la madrugada, según el director de la enfermería sufrió un paro cardíaco mientras…

- ¿Mientras qué?

–Bueno… se dice que estaba en medio de un ritual  de brujería, ya que encontraron este lugar hecho un desastre, con sangre,  dibujos de estrellas en las paredes y animales… descuartizados. Pero mi niña, por favor, no le digas a nadie lo que te acabo de contar,  no quiero tener problemas, ni alterar a todos los socios y clientes.

 Yo quedé en un breve estado de shock. Me tomó un momento procesar toda la información en mi cabeza.

- ¿Sabe a qué hora murió exactamente? – Pregunté recordando el momento en que lo vi a través del espejo del baño. Mi piel se hizo de gallina.

- No estamos seguros pero según los forenses murió a eso de las 3:00 am – La sangre escapó de mi rostro y mis manos, para viajar rápidamente a mis piernas, quería echar a correr en ese mismo instante.

 A las 3:00 a.m. fue que lo vi… o quizás unos minutos después, el punto es que lo vi, después de morir, yo lo vi, o tal vez  sea pura coincidencia entre las drogas y esto.

- ¿Aún te sientes mal? - Preguntó con preocupación, debido a mi aspecto.

 Nada está mejorando.

- No, tranquila, es sólo que no es fácil  digerir todo esto.

- Bueno, si lo que me dices sobre las drogas es cierto, y si él las consumía, todo esto tendría un poco más de sentido. Probablemente confundió los frascos… ¡Rayos! ¡Tal vez le dio drogas a alguien más!

- Si soy la única que vino a reclamar… tal vez sea la única a la que se las dio.

- O tal vez también seas la única que se dio cuenta, hablando de eso… ¿Cómo te diste cuenta?

- Pues me estaba sintiendo muy rara desde que comencé a tomar la pastilla, antes de irme de aquí ayer, busqué el frasco, sólo leí “PCP” porque lo demás estaba en otro idioma, no me sonó para nada familiar con respecto a los pocos analgésicos que conozco, entonces coloqué en internet  el nombre y entendí todo... o casi todo, por eso estoy aquí... ¿Se supone que usted no sabía nada de esto?

- Yo soy una simple recepcionista, no es mi trabajo saber más. De verdad no quiero tener ningún inconveniente ni nada que ver en todo esto. Creo que lo mejor es que te deshagas de esas píldoras y vuelvas a casa, antes de que alguno de estos policías decida interrogarte.

- Sí, tiene razón. Creo que lo mejor es que me vaya. Espero que lo que hablamos se mantenga en secreto, yo tampoco quiero problemas.

- No sé de que me habla señorita – Dijo en todo serio mientras se regresaba a su puesto.
Comencé sentir una pesadez y un frío enorme en el pasillo, la puerta del fondo se abrió sola, y dentro de está solo había oscuridad, más nada ni más nadie, el pánico recorría todo mi cuerpo nuevamente. Con paso apresurado me dirigí a la salida, era obvio que no podía estar más tiempo allí.

- Elizabeth ¿Ya te vas? – Escuché preguntar a Ryan.

- Sí ya termine de hacer lo que tenía que hacer.

- Oye pero no te puedes ir, aun no te he entregado tu collar.

- Oh el collar, gracias por recordármelo - se lo sacó de un bolsillo de su chaqueta, vaciló por un momento y lo volvió a guardar.

- Solo te lo daré con una condición. Deja que te lleve a comer-
 Esbozó una gran sonrisa, hermosa, la cual me calmó un poco. Tal vez él parezca un poco acosador… pero creo que es tierno, y ha sido muy amable conmigo, tampoco tenía ganas de cocinar y si me quedaba a solas en mi casa y con mis pensamientos... no creo que hubiese podido resistir mucho tiempo.

- Bueno. Está bien, pero me llevas a mi casa después.

- Será un placer para ti -  Reí un poco ante el comentario ególatra.

 Fuimos a comer a un restaurante cercano. Fue muy divertido, me enteré que Ryan, además de las motos, le gusta patinar y practica natación… eso explicaría el agraciado cuerpo que asomaba tras su camisa, vive solo en un apartamento y tiene 19 años. Entre charla y charla y un paseo por el parque, se hizo tarde. Así que me llevo a mi casa.

 - Pasa –le ofrecí a Ryan.

 El entró y se quedó observando las paredes blancas de la sala. Encendí el televisor de la sala para que se distrajera con algo mientras yo buscaba a mi madre. Subí las escaleras rápidamente.

- ¿Mamá? ¿Estás ahí?-

Al ver que no estaba, marqué a su celular, no contestó, volví a llamar, pero tampoco contestó, Recordé que ella iría a casa de la señora Cooper y entonces bajé a la cocina a ver la lista adherida a la nevera, donde mamá siempre deja números y recetas escritas.

- Hola, buenas noches señora Cooper, habla Elizabeth. ¿Está mi mamá aún por allí? -  Pregunté ansiosa.

- Sí, corazón, ella sigue aquí y dice que se va a quedar a dormir aquí Escuché risas y risas y más risas, esas señoras ya estaban ebrias seguramente…

- Es que estamos tan entretenidas. Teníamos tiempo que no compartíamos así.

- Bueno, está bien, gracias, dígale que la quiero. Adiós – Colgué.

  Yo preocupada y ella divirtiéndose como una adolescente ¿En que momento se cambiaron los papeles? Pero bueno, así es mi mamá, un día se preocupaba por mí y me agotaba con preguntas  y al otro ya estaba con su grupo de viejas nostálgicas.

- Oye Eli, lo siento en verdad, pero tengo que irme, mi mamá necesita unos medicamentos y veré donde puedo conseguirlos, La pasé genial contigo, nos vemos luego - dijo Ryan

-Oh no te preocupes, espero se recuperé -

 Lo acompañé hasta la puerta y se fue.
Subí y me fui a la cama, apenas me acosté, mi mente comenzó a divagar, las ultimas horas habían sido muy extrañas para mi. Estaba un poco asustada, ya que comenzó a llover a cantaros y las ventanas se estremecían, Encendí el televisor de mi cuarto  para  hacer algo de “ambiente” y no tener que escuchar los sonidos un tanto tétricos de mi vacía casa, traté de dormir.-

-Elizabeth –

Desperté instantáneamente al escuchar mi nombre, pero no abrí los ojos, puesto a que sentía que alguien o algo me estaba mirando y estaba segura de que no era mi madre. Abrí los ojos sólo después de unos minutos,  y comprendí que “mi nombre” Provenía de la película que estaban pasando en ese momento. Me relaje y le eché un ojo al reloj, Eran las 3:00 a.m. Comencé a ponerme tensa, entonces decidí colocar un disco de música clásica que me regaló mi mamá cuando comencé a mostrar cualidades para la música. Siempre me relajaba, cada nota, cada tiempo, cada compás, la música clásica era la solución perfecta para despejar mi mente y dormir, lo que conseguí 15 minutos después.


Después de bañarme me y cepillarme, me vestí, con una camisa vinotinto, unos jean oscuros y mis converse. Comí lentamente, me gusta saborear la comida. Luego cogí las llaves de mi volvo y me fui al instituto. Aparqué mi coche y me dirigí a la primera clase de Química.

- Hola Eel - saludó Cheis- ¿Cómo sigues?

- Mucho mejor – Mentí. La verdad no tenía muchas ganas de hablar sobre lo sucedido.

-  Me alegro, cielo. – Me abrazó y me dio un beso en la frente.

El Profesor Hale entró por la puerta mandando a callar y a sentar a todo mundo. Todos nos sentamos y él se puso a buscar algo en los estantes.

- Por lo visto nadie se tomó la molestia de enviarme mis instrumentos. Señorita Elizabeth, por favor tráigame del sótano los utensilios de laboratorio, deben estar en la caja azul de alguno de los estantes.

- Está bien - Me levanté para dirigirme al ascensor de carga al final del largo pasillo blanco y rojo, marqué el botón que me llevaría al sótano. Aun no me encontraba del todo bien, las palabras – Brujería-Baño-Doctor-Muerte-Apariciones-Sueños extraños- Voces-Drogas- me aturdían continuamente la cabeza. Sin mencionar las imágenes que llegaban a mi mente una y otra vez.

El ascensor se detuvo pero pude entender gracias a la pantalla que no estaba en el sótano si no el en ultimo piso, el 4. Ese piso estaba repleto de estantes, escritorios y sillas deterioradas, usadas, apestosas, entre otras tantas cosas que no entiendo por qué no terminan de desechar. Marqué otra vez pero el ascensor no reaccionaba. Decidí irme por las escaleras. Pero apenas empiezo a bajar la luz empezó a titilar hasta desaparecer por completo.

 – ¡Pero qué suerte tan jodida! –grité histérica.

 Trato de tener cuidado al bajar escaleras, pero de repente, un frío casi congelante se internó  en el lugar  justo como cuando me quedé sola en los pasillos del club, empecé a escuchar pasos detrás de mi. Tenía la esperanza de que fuese uno de los obreros de mantenimiento.

- ¿Señor ramón, es usted? - 

Sentía una mirada muy fija y pesada que caía sobre mí, y con esta una respiración increíblemente gélida acercándose cada vez más rápido. Procedí a bajar con paso rápido, agarrada del pasamanos para no caerme, pero él o ella o lo que fuera, era muy rápido y estaba ya muy cerca de mi, intentaba tomarme del hombro, el pánico recorría mi cuerpo, y entonces, antes de llegar otra vez al piso de donde partí, la luz comenzó a titilar de nuevo e inmediatamente  me armé de valor y volteé para enfrentar a lo que fuese que me estuviese siguiendo. Pero desearía no haberlo hecho por que al voltear vi unos ojos grandes y amarillentos con la pupila como la de un felino y unos dientes enormes sonriéndome macabramente, de entre los cuales se colaba una risa muy parecida a la que escuché durante el elipse por lo que grité y corrí por las escaleras viendo hacia atrás para comprobar mejor lo que estaba sucediendo cuando perdí el control miré hacia adelante para encontrarme con otros ojos, unos  muy verdes,  pero estos eran diferentes, esos definitivamente eran ojos humanos. Tropecé  y caí encima de él, quedando nuestros rostros a pocos milímetros de distancia, mi mirada se perdió totalmente en la suya y una cantidad indescriptible de sensaciones arraso conmigo. Algo en mi cambió para siempre en ese momento.