El trayecto de vuelta a casa no tuvo ningún acontecimiento interesante, mi
madre sólo hablaba una y otra vez acerca de que debía de tener cuidado, que
ese desmayo se debió a mis altibajos con la comida <Realmente fue por golpearme la cabeza pero ella es de ese tipo de madres
que tienen la razón sin importar qué> y que ahora me veía mas pálida que
nunca, me mandaría a hacer exámenes con el doctor de la familia, ya que no
confiaba en extraños, lo que me pareció totalmente exagerado y ridículo. Me
encontraba vagando en mis escasos pensamientos y recordé que no tenía nada que hacer hasta el
lunes que comenzaban las clases. Llegamos a casa en la tarde. Me duché y me vestí con mi pijama, preparé las
palomitas y llamé para pedir una pizza.
- Nena vente, acompaña un rato a tu
solitaria madre – Dijo desde el sofá.
Ella era muy cariñosa pero era muy diferente a mí en muchas formas, de piel
menos blanca que la mía y cabello castaño largo y liso, no muy alta, era de
casi mi tamaño.
-Ya voy mamá - en ese momento sonó el teléfono - Yo contesto.
- Si… Buenas noches…
- Si… Buenas noches…
- Ehhh… buenas noches por favor
con Elizabeth Dayek . - Dijo la voz extrañamente familiar
- Hola, ella habla.
- Ah… hola Eli, habla Ryan emm… esto… bueno,
llamaba para decirte que en su habitación dejaron un collar, entonces, quería
saber si era tuyo.
Coloqué instintivamente mi
mano en mi cuello buscando algún rastro del collar. No estaba.
- Sí, es mío, gracias, no me había dado cuenta de que lo había dejado ¿cuando puedo buscarlo?
- Sí, es mío, gracias, no me había dado cuenta de que lo había dejado ¿cuando puedo buscarlo?
- Si quieres yo puedo llevártelo.
- Oh no, tranquilo, no te quiero molestar.
- No es ninguna molestia - se apresuró a decir.
- No es ninguna molestia - se apresuró a decir.
- Bueno esta bien yo… -no
terminé de hablar para darle mi dirección cuando colgó el teléfono de golpe.
- ¡Ok, que chico más raro este!- pensé en voz alta, y posteriormente me
pregunté a mi misma: ¿De donde sacó mi número?
- ¿Quién era? - Preguntó mi madre mientras aparecía detrás de mí hablando prácticamente en mi oreja, lo que me asustó y me hizo pegar un pequeño salto.
- Mamá, te he dicho que no me asustes así ¿Por qué tienes que ser tan rara?
- a lo que ella contestó entre risas…
- Pues porque no sería tu madre si no fuese así… ¿no crees? - dijo en tono
sarcástico.
-¿Que insinúas?
- Nada, nada… yo sólo decía… -se alejó rápidamente de la cocina.
Llegó la pizza y comimos viendo unas películas hasta que el cansancio me
estaba venciendo y me quedé dormida en el sofá.
Amaneció y tocaron a la puerta, salí a ver quien era, para mí sorpresa era
Ryan parado frente a mí con una chaqueta
negra de rayas rojas y blancas a la altura de sus pectorales, y unos pantalones
negros.
- Hola Ryan.
- Hola, hermosa ¿cómo estás? -
<¿Hermosa?>
- ¿Puedo entrar?- dijo al ver que me quedé muda.
- Claro pasa ¿Se te ofrece algo?
- Sí, te quiero a ti – soltó a la vez que cerraba la puerta de golpe y me
lanzaba al sofá dándome una ráfaga de besos y arrancándome la ropa.
- Oohhh… ¿Qué demo…nios…. eees eesto? - besaba tan bien que no podía
pedirle que se detuviera, de mi boca
sólo salían gemidos y más gemidos.
- Vamos, déjame tenerte sólo para mí - Decía mientras se quitaba la chaqueta
y la camisa quedando sólo con sus pantalones, dejando su torso perfectamente
bronceado al descubierto Él estaba como le daba la gana.
Me encargué de arrancar el botón de su pantalón y para mi grata sorpresa no cargaba más nada encima. No supe en que momento me quito toda la ropa y empezó a besar mi cuerpo de arriba a bajo hasta que comenzó la penetración. Era una sensación exquisita, con unas embestidas grandiosas, no podía evitar el gemir de placer.
Me encargué de arrancar el botón de su pantalón y para mi grata sorpresa no cargaba más nada encima. No supe en que momento me quito toda la ropa y empezó a besar mi cuerpo de arriba a bajo hasta que comenzó la penetración. Era una sensación exquisita, con unas embestidas grandiosas, no podía evitar el gemir de placer.
- Elizabeth…
- Dime - dije con un hilo de voz. Estaba a punto de llegar al clímax.
- Es que… - Caí del sofá, desperté de mi sueño instantáneamente
- ¡Maldición¡ ¿pero qué demonios?
Me dirigí al baño empañada por el sudor y algo confundida por ese sueño tan “húmedo”, eran las 3:00 a.m., me metí en la regadera con agua tibia para calmar el calor sin que me diera mucho frío, pero entonces sentí un escalofrió en mi brazo izquierdo, por lo que supuse que la puerta estaba abierta, lo que me desconcertó un poco ya que creí haberla cerrado. Hice caso omiso y me salí después de unos tantos minutos ya que comenzaba a hacer muchísimo frío Me sequé la cara, el cuerpo, luego me amarré la toalla y me dispuse a buscar las pastillas que debía tomar, dentro de la repisa que había encima del lavamanos. Cerré la puerta de la repisa y me quedé helada al ver, a través del espejo, detrás de mi, al doctor Hilbert (El mismo doctor que me atendió en la enfermería del club) mirándome fría y fijamente, al voltearme rápidamente no vi a nada, ni a nadie. Atribuí todo esto al cansancio que me provocó el quedarme dormida en el sofá < O al menos eso preferí creer> me vestí y me fui a mi habitación.
Pasé toda la madrugada inquieta y soñando cosas carentes de cualquier
sentido, demasiado extraño incluso para un sueño, a veces eran muy reales y
casi no se sentían como sueños.
Al despertarme por la mañana, fui al baño a cepillarme los dientes y
peinarme. Bajé a la cocina y vi una nota pegada a la nevera que decía:
“Querida Eli, fui al supermercado a
comprar algunas cosas, y luego me iré a casa de la Sra. Cooper. Regreso en la
tarde.
Con amor: Mamá”
Con amor: Mamá”
Eso explicaba por qué había tanto silencio en la casa, luego me dispuse a
comer cereal. Sólo después que comí me desperté por completo, y entonces fue
cuando pude notar que alrededor de mi piel se podía ver una muy pequeña pero
visible luz violeta. Esto me dejó atónita y parpadeé una y otra vez hasta que
desapareció por completo - <Voy a dejar de tomar esas pastillas, me están
volviendo loca> Desde que comencé a tomarlas todo es muy extraño…
no sé bien como explicarlo pero me siento algo mareada y escucho
muchas cosas que normalmente no escucharía. Fui en busca del frasco de pastillas e intente
leer las pequeñísimas letras.
- ¿PCP? ¿Qué es esto? – Intenté seguir leyendo pero estaba en otro idioma, el cual desconocía.
Me dirigí a mi laptop mientras algunas cosas me daban vueltas y coloqué en
el buscador:
“PCP”. Y tras omitir algunos artículos obviamente distintos a lo que estaba buscando conseguí algo que me llamó la atención.
“PCP”. Y tras omitir algunos artículos obviamente distintos a lo que estaba buscando conseguí algo que me llamó la atención.
<PCP: En 1965 se descontinuó el uso de la PCP como anestesia
aprobada en seres humanos debido a que los pacientes a menudo se mostraban
agitados, delirantes e irracionales cuando se recuperaban de sus efectos
anestésicos. La PCP es una "droga disociativa", es decir, que
distorsiona las percepciones visuales y auditivas y produce sentimientos de
aislamiento o disociación del entorno y de sí mismo. La PCP se introdujo como
droga de venta en la calle en los años sesenta y rápidamente adquirió la fama
de que causaba reacciones adversas y que no valía la pena el riesgo de
consumirla. Sin embargo, algunos consumidores continúan usando PCP debido a la
sensación de fuerza, poder e invulnerabilidad que da la droga, así como por el
efecto narcótico que puede producir.>
- ¿DROGAS? ¿PERO QUÉ COÑO? - Grité alterada- ¿Qué clase de mierda me han hecho?
Estaba furiosa y confundida, no
tenía ningún sentido que el doctor me diera unas drogas para unos dolores de
cabeza, aunque, al mismo tiempo, esto me calmaba un poco porque explicaba
mucho, todas esas cosas raras que soñé, creí ver y escuchar y la manera en la
cual me sentía, tenía todo una explicación totalmente lógica, lo que no tenía
lógica era el motivo de aquel senil anciano para darme drogas, sin mencionar
que era un asunto ilegal. Decidí ir al Club a reclamar unas cuantas cosas.
Después de vestirme alguien tocó la puerta, bajé corriendo a ver quién era.
- Hola, Elizabeth ¿Cómo estas? - Preguntó Ryan con una sonrisa.
Recordé inmediatamente lo ocurrido en el sueño, Y estaba vestido exactamente igual. Lo cual, además de asustarme, me llevó a preguntarme si sus intenciones serían las mismas con las que soñé. Inmediatamente me sonrojé.
Recordé inmediatamente lo ocurrido en el sueño, Y estaba vestido exactamente igual. Lo cual, además de asustarme, me llevó a preguntarme si sus intenciones serían las mismas con las que soñé. Inmediatamente me sonrojé.
- Oh Ryan, lo siento pero ahora mismo voy corriendo al club, necesito hacer
algo.
- Tranquila yo puedo llevarte - dijo mientras me señalaba su Yamaha FZ6,
una moto preciosa según algunos chicos de mi clase.
- Waoh, bueno, si no te molesta… - dije como quien no quiere la cosa.
No sé si era por el efecto de las drogas o simplemente quería sentir la
brisa en mi cara, tal vez en mi estado lo más sano no hubiese sido montarme.
- ¿Cómo me va a molestar llevar a una chica tan linda como tú? Vamos súbete
– < Es definitivo, a este tipo de
gusta coquetear>. Me coloqué el casco y me monte detrás de él.
En ese momento vinieron más
recuerdos a mi mente.
- Ryan, una pregunta. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Me refiero a… ¿Cómo
supiste que vivo aquí? ¿Quién te dio mi dirección?
- Karla me dijo que después de lo que pasó, tu madre te fue a buscar y te
trajo a casa, entonces me dio la dirección y… - Se calló al comprender que
estaba metiendo la pata. Yo asesinaría a Karla después de esto.
Al llegar al club me bajé enseguida,
le di a Ryan las gracias y me dirigí a la enfermería del lugar para buscar al
demente anciano, decidí preguntarle a la señora Charlotte, una mujer regordeta
y de cabello rojizo que trabajaba en la recepción de la enfermería.
- ¿Disculpe señora Charlotte, ha visto por aquí al Dr. Hilbert?
La mujer me miró perpleja y
pensativa.
- Creo... que no - Dijo un poco nerviosa por lo que sospeché que era mentira.
- Por favor, señorita, tiene que ayudarme necesito verlo ahora mismo, no le
quito mucho tiempo ya va a ver. Sólo necesito preguntarle algo, es muy
importante.
- Lo siento, pero no sé nada.
- Mire señora, sucede que puedo demandar a mucha gente aquí si no me
atienden ahora mismo –Comenté en un tono de voz muy bajo pero suficientemente
claro.
La mujer se puso aun más nerviosa, por lo que le dije al oído…
– No sé si usted sepa que el Dr. Hilbert
tiene un asunto con drogas, muy interesante, y tal vez usted también,
quien sabe. No quiero tener que hacer esto más alarmante, de verdad que no tengo
muchas ganas de hacer eso del papeleo… las demandas…
- Sígueme – Pidió.
Eché una mirada quisquillosa a mi alrededor y me percaté de que lo que yo
había confundido con guardias de seguridad, en realidad eran policías rondando
por el lugar. Seguí a la señora Charlotte a través de unos pasillos hasta un
punto en el que estábamos libres de personal y policías.
- Verás, lo que sucede es que él… ha muerto.
- ¿Qué?
- En la madrugada, según el director de la enfermería sufrió un paro cardíaco mientras…
- ¿Mientras qué?
–Bueno… se dice que estaba en medio de un ritual de brujería, ya que encontraron este lugar
hecho un desastre, con sangre, dibujos de
estrellas en las paredes y animales… descuartizados. Pero mi niña, por favor,
no le digas a nadie lo que te acabo de contar,
no quiero tener problemas, ni alterar a todos los socios y clientes.
Yo quedé en un breve estado de shock. Me tomó un momento procesar toda
la información en mi cabeza.
- ¿Sabe a qué hora murió exactamente? – Pregunté recordando el momento en
que lo vi a través del espejo del baño. Mi piel se hizo de gallina.
- No estamos seguros pero según los forenses murió a eso de las 3:00 am –
La sangre escapó de mi rostro y mis manos, para viajar rápidamente a mis
piernas, quería echar a correr en ese mismo instante.
A las 3:00 a.m. fue que lo vi… o
quizás unos minutos después, el punto es que lo vi, después de morir, yo lo vi,
o tal vez sea pura coincidencia entre las drogas y esto.
- ¿Aún te sientes mal? - Preguntó con preocupación, debido a mi aspecto.
Nada está mejorando.
- No, tranquila, es sólo que no es fácil digerir todo esto.
- Bueno, si lo que me dices sobre las drogas es cierto, y si él las
consumía, todo esto tendría un poco más de sentido. Probablemente confundió los
frascos… ¡Rayos! ¡Tal vez le dio drogas a alguien más!
- Si soy la única que vino a reclamar… tal vez sea la única a la que se las
dio.
- O tal vez también seas la única que se dio cuenta, hablando de eso… ¿Cómo
te diste cuenta?
- Pues me estaba sintiendo muy rara desde que comencé a tomar la pastilla, antes de irme de aquí ayer, busqué el frasco, sólo leí “PCP” porque lo demás estaba en otro idioma, no me sonó para nada familiar con respecto a los pocos analgésicos que conozco, entonces coloqué en internet el nombre y entendí todo... o casi todo, por eso estoy aquí... ¿Se supone que usted no sabía nada de esto?
- Yo soy una simple recepcionista, no es mi trabajo saber más. De verdad no
quiero tener ningún inconveniente ni nada que ver en todo esto. Creo que lo
mejor es que te deshagas de esas píldoras y vuelvas a casa, antes de que alguno
de estos policías decida interrogarte.
- Sí, tiene razón. Creo que lo mejor es que me vaya. Espero que lo que
hablamos se mantenga en secreto, yo tampoco quiero problemas.
- No sé de que me habla señorita – Dijo en todo serio mientras se regresaba
a su puesto.
Comencé sentir una pesadez y un frío enorme en el pasillo, la puerta del
fondo se abrió sola, y dentro de está solo había oscuridad, más nada ni más
nadie, el pánico recorría todo mi cuerpo nuevamente. Con paso apresurado me
dirigí a la salida, era obvio que no podía estar más tiempo allí.
- Elizabeth ¿Ya te vas? – Escuché preguntar a Ryan.
- Sí ya termine de hacer lo que tenía que hacer.
- Oye pero no te puedes ir, aun no te he entregado tu collar.
- Oh el collar, gracias por recordármelo - se lo sacó de un bolsillo de su
chaqueta, vaciló por un momento y lo volvió a guardar.
- Solo te lo daré con una condición. Deja que te lleve a comer-
Esbozó una gran sonrisa, hermosa, la cual me calmó un poco. Tal
vez él parezca un poco acosador… pero creo que es tierno, y ha sido muy amable
conmigo, tampoco tenía ganas de cocinar y si me quedaba a solas en mi casa y
con mis pensamientos... no creo que hubiese podido resistir mucho tiempo.
- Bueno. Está bien, pero me llevas a mi casa después.
- Será un placer para ti - Reí un
poco ante el comentario ególatra.
Fuimos a comer a un restaurante cercano. Fue muy divertido, me enteré que Ryan, además de las motos, le gusta
patinar y practica natación… eso explicaría el agraciado cuerpo que asomaba
tras su camisa, vive solo en un apartamento y tiene 19 años. Entre charla y charla y un paseo por el parque, se hizo tarde. Así que me
llevo a mi casa.
- Pasa –le ofrecí a Ryan.
El entró y se quedó observando las
paredes blancas de la sala. Encendí el televisor de la sala para que se
distrajera con algo mientras yo buscaba a mi madre. Subí las escaleras
rápidamente.
- ¿Mamá? ¿Estás ahí?-
Al ver que no estaba, marqué a su celular, no contestó, volví a llamar,
pero tampoco contestó, Recordé que ella iría a casa de la señora Cooper y entonces
bajé a la cocina a ver la lista adherida a la nevera, donde mamá siempre deja números
y recetas escritas.
- Hola, buenas noches señora
Cooper, habla Elizabeth. ¿Está mi mamá aún por allí? - Pregunté ansiosa.
- Sí, corazón, ella sigue aquí y
dice que se va a quedar a dormir aquí – Escuché risas y risas y más
risas, esas señoras ya estaban ebrias seguramente…
- Es
que estamos tan entretenidas. Teníamos tiempo que no compartíamos así.
- Bueno, está bien, gracias, dígale que la
quiero. Adiós – Colgué.
Yo preocupada y ella divirtiéndose como una
adolescente ¿En que momento se cambiaron los papeles? Pero bueno, así
es mi mamá, un día se preocupaba por mí y me agotaba con preguntas y al otro ya estaba con su grupo de viejas nostálgicas.
- Oye Eli, lo siento en verdad, pero tengo que irme, mi mamá necesita unos
medicamentos y veré donde puedo conseguirlos, La pasé genial contigo, nos vemos
luego - dijo Ryan
-Oh no te preocupes, espero se recuperé -
Lo acompañé hasta la puerta y se fue.
Subí y me fui a la cama, apenas me acosté, mi mente comenzó a divagar, las ultimas horas habían sido muy extrañas para mi. Estaba un poco asustada, ya que comenzó a llover a cantaros y las ventanas se estremecían, Encendí el televisor de mi cuarto para hacer algo de “ambiente” y no tener que escuchar los sonidos un tanto tétricos de mi vacía casa, traté de dormir.-
Subí y me fui a la cama, apenas me acosté, mi mente comenzó a divagar, las ultimas horas habían sido muy extrañas para mi. Estaba un poco asustada, ya que comenzó a llover a cantaros y las ventanas se estremecían, Encendí el televisor de mi cuarto para hacer algo de “ambiente” y no tener que escuchar los sonidos un tanto tétricos de mi vacía casa, traté de dormir.-
-Elizabeth –
Desperté instantáneamente al escuchar mi nombre, pero no abrí los ojos,
puesto a que sentía que alguien o algo me estaba mirando y estaba segura de que
no era mi madre. Abrí los ojos sólo después de unos minutos, y comprendí que “mi nombre” Provenía de la película
que estaban pasando en ese momento. Me relaje y le eché un ojo al reloj, Eran las 3:00 a.m. Comencé a ponerme
tensa, entonces decidí colocar un disco de música clásica que me regaló mi mamá
cuando comencé a mostrar cualidades para la música. Siempre me relajaba, cada
nota, cada tiempo, cada compás, la música clásica era la solución perfecta para
despejar mi mente y dormir, lo que conseguí 15 minutos después.
Después de bañarme me y cepillarme, me vestí, con una camisa vinotinto, unos
jean oscuros y mis converse. Comí lentamente, me gusta saborear la comida. Luego
cogí las llaves de mi volvo y me fui al instituto. Aparqué mi coche y me dirigí
a la primera clase de Química.
- Hola Eel - saludó Cheis- ¿Cómo sigues?
- Mucho mejor – Mentí. La verdad no tenía muchas ganas de hablar sobre lo
sucedido.
- Me alegro, cielo. – Me abrazó y me
dio un beso en la frente.
El Profesor Hale entró por la puerta mandando a callar y a sentar a todo mundo.
Todos nos sentamos y él se puso a buscar algo en los estantes.
- Por lo visto nadie se tomó la molestia de enviarme mis instrumentos.
Señorita Elizabeth, por favor tráigame del sótano los utensilios de
laboratorio, deben estar en la caja azul de alguno de los estantes.
- Está bien - Me levanté para dirigirme al ascensor de carga al final del
largo pasillo blanco y rojo, marqué el botón que me llevaría al sótano. Aun no me
encontraba del todo bien, las palabras – Brujería-Baño-Doctor-Muerte-Apariciones-Sueños
extraños- Voces-Drogas- me aturdían continuamente la cabeza. Sin mencionar
las imágenes que llegaban a mi mente una y otra vez.
El ascensor se detuvo pero pude entender gracias a la pantalla que no
estaba en el sótano si no el en ultimo piso, el 4. Ese piso estaba repleto de estantes,
escritorios y sillas deterioradas, usadas, apestosas, entre otras tantas cosas
que no entiendo por qué no terminan de desechar. Marqué otra vez pero el ascensor
no reaccionaba. Decidí irme por las escaleras. Pero apenas empiezo a bajar la
luz empezó a titilar hasta desaparecer por completo.
– ¡Pero qué suerte tan jodida!
–grité histérica.
Trato de tener cuidado al bajar escaleras, pero de repente,
un frío casi congelante se internó en el
lugar justo como cuando me quedé sola en
los pasillos del club, empecé a escuchar pasos detrás de mi. Tenía la esperanza
de que fuese uno de los obreros de mantenimiento.
- ¿Señor ramón, es usted? -
Sentía
una mirada muy fija y pesada que caía sobre mí, y con esta una respiración
increíblemente gélida acercándose cada vez más rápido. Procedí a bajar con paso
rápido, agarrada del pasamanos para no caerme, pero él o ella o lo
que fuera, era muy rápido y estaba ya muy cerca de mi, intentaba tomarme
del hombro, el pánico recorría mi cuerpo, y entonces, antes de llegar otra vez
al piso de donde partí, la luz comenzó a titilar de nuevo e inmediatamente me armé de valor y volteé para enfrentar a lo
que fuese que me estuviese siguiendo. Pero desearía no haberlo hecho por que al
voltear vi unos ojos grandes y amarillentos con la pupila como la de un felino
y unos dientes enormes sonriéndome macabramente, de entre los cuales se colaba
una risa muy parecida a la que escuché durante el elipse por lo que grité y
corrí por las escaleras viendo hacia atrás para comprobar mejor lo que estaba
sucediendo cuando perdí el control miré hacia adelante para encontrarme con
otros ojos, unos muy verdes, pero estos eran diferentes, esos
definitivamente eran ojos humanos. Tropecé
y caí encima de él, quedando nuestros rostros a pocos milímetros de
distancia, mi mirada se perdió totalmente en la suya y una cantidad
indescriptible de sensaciones arraso conmigo. Algo en mi cambió para siempre en
ese momento.