miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Despertar (Capítulo 3)


 Podía percibir el aroma de su perfume, una fragancia masculina, encantadora. Su pecho era firme y frío.

- ¡Hey! ¿Cuál es tu problema? – Dijo él con aquella sensual voz, ronca y áspera, gracias a la cual mi cuerpo se estremeció por completo.

- Lo siento, en verdad,  lo siento -  Dije tartamudeando mientras me levantaba rápida y torpemente, tratando de no lastimarlo más.

- ¿Estás bien? Te ves muy pálida y estás temblando.  

- Sí, sí… o eso creo, no sé… estos ojos brillantes me venían persiguiendo por las escaleras y... – Volteé a ver a las escaleras, las cuales ya no tenían luz alguna. Ese rostro volvió a atormentar mi mente y retrocedí, instintivamente, un paso.

- ¿Por las escaleras? Déjame ver -  Se adentró en las escaleras en busca de… lo que fuese eso.

El corazón me comenzó a latir fuerte y aceleradamente, creí que aquel chico corría peligro. Por fin lo vi regresar de entre las sombras junto a aquellos malditos ojos.

- ¿Era está la malvada y fantasmagórica presencia de ojos brillosos que te perseguía? – Preguntó mientras cargaba a un estúpido gato negro de ojos amarillentos, entre sus brazos.

- No estoy segura, aunque sus ojos son muy similares – Comenté irritada por su risa.

 Yo no estaba loca, sabía muy bien lo que había visto, aunque, tal vez, podría estar aun bajo los efectos de la estúpida droga. Había leído que, dependiendo de la dosis, sus efectos podrían durar de uno a tres días, y yo había tomado más de una pastilla.

- Y… ¿Qué hacías allá arriba tú sola?

- ¡Demonios! Voy tarde, se supone que tengo que llevar unos utensilios de laboratorio al salón de química.

- ¿Tú sola? Tu profesor no parece muy inteligente o caballeroso.

-  Sí, bueno… ¿Cómo sabes que es un hombre? – Pregunté intrigada. Nunca lo había visto antes estudiando aquí.

- Pues he escuchado que es hombre. – Respondió con su rostro serio

- ¿Quién eres? Nunca te había visto por aquí…

- Me llamo Sebástian, mucho gusto, soy nuevo aquí. – Tendió su mano derecha hacia mí.

-  Elizabeth, mucho gusto. – Extendí mi mano para estrecharla con la suya.  Al tacto volví a sentir un escalofrío.

- ¿Quieres que te ayude con las cajas y esas cosas?

- Bueno, está bien, supongo.

Nos dirigimos al sótano a través de las oscuras escaleras, al llegar encendí las luces, busqué las cajas, y como prometió, me ayudó a cargarlas de vuela. Cuando entramos al salón todos posaron sus miradas en nosotros y se quedaron callados, todos excepto Karla, que se reía entre dientes,  imaginé lo que había pensado en ese momento y le dirigí una mirada disimulada pero suficientemente fulminante como para que se tranquilizase.

- Señorita Dayek  ¿Se puede saber por qué tardó tanto en encontrar unas simples cajas?- Preguntó el profesor Hale en un tono acusador.

- Es que me quedé encerrada en el ascensor de carga-  Fue lo que se me ocurrió decirle al chismoso Hale.

-¿Y el caballero, quién es?

- Sebástian Hudson, soy el nuevo estudiante.

- Oh Sr. Hudson, es un placer, pero usted no tiene clases hasta mañana, así que ¿Qué está haciendo aquí?


- Vine a arreglar algunos papeles, y de regreso me encontré con ella y la ayudé,  y bueno, ya me voy. Adiós. – Dijo mientras caminaba de regreso a la puerta y me hacía un gesto con la mano.

 Como era de esperarse, Karla estuvo acosándome con preguntas, sobre aquél chico, durante toda la clase. Al final de está, recordé que Karla me debía ciertas explicaciones.

- Karla ¿Por qué le diste mi número a Ryan? Y aún peor ¿Por qué demonios le diste la dirección de mi casa?  ¿En qué diablos estabas pensando? – Pregunté mientras nos dirigíamos a la feria.

- No tiene nada de malo, es un buen chico, y es precioso.

- Pero no me dijiste nada, además él no me gusta.

- A ti nunca te gusta nadie.

- Ese no es tu problema. – Respiré profundamente y continué – Mira, me parece bien que tú pretendas relacionarte con cualquier chico atractivo, pero sabes que yo no soy así.

- Lo siento, yo sólo quería que te distrajeras un rato-  Y vaya que me “distraje”  

- Ya no importa, igual sí la pasé bien.

- ¿Cómo así? ¿Qué hicieron? ¡Cuéntamelo todo desde la A hasta la Z! – Dijo emocionada.

- Sólo fuimos a comer y dimos un paseo por el parque, nada demasiado extremo como te hubiese gustado a ti – Reí.

- ¡Aburriiiidoooo!

- ¡Bah! Cállate, zorra – Le di un pequeño golpe en el brazo.

- Voy a comprar pizza, ve a buscar un asiento - ofreció Karla.

 Siempre que ella metía la pata conmigo, trataba de arreglar las cosas con pizza, mi comida favorita.

En lo que se fue me senté en una de las mesas rectangulares de la feria, esta no había cambiado mucho, quizás el personal cuando mucho, pero el resto seguía igual, todo color blanco y ladrillo, con piso oscuro y las mesas blancas y otras plateadas, habían más mesas en el jardín, al aire libre, pero allí afuera sólo habían tortolitos, dándose muestras de afecto, algunas más exageradas e innecesarias que otras, pero bueno… demasiada azúcar en mi café.

Me relajé entre mis brazos, me puse en posición de descansó a esperar a que llegara Karla. Los últimos días habían sido realmente agotadores.

- ¿Te importa si me siento aquí? -

Esa voz sensual y masculina, irrumpió en  mis pensamientos, esta sólo podía provenir de los labios de…

- Sebástian, hola. No, no hay problema, siéntate, estoy esperando a una amiga. Creí que te habías ido ya.

- Bueno… es que quería conocer un poco más este lugar, no quiero estar tan desubicado el día de mañana. – Evocó una sonrisa ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo de su rostro. Encantadora, sus dientes eran perfectos y blancos. Él se me hacia tan familiar, aunque sé que jamás lo he visto, sentía que lo conocía, hay algo familiar en su persona, pero, a pesar de todo eso, sentía cierta desconfianza o inquietud respecto a él, era algo difícil de explicar.

- ¿Cómo sigues? ¿No te golpeaste al caer, ni nada?-  Preguntó, ya que me había quedado muda por un instante.

- Pues no, creo que tuve la suerte suficiente para que me atraparas.

- Yo no te atrapé, tú me caíste encima, de la nada.

- Creo que ya me disculpé por eso, de todas formas lo siento, nuevamente. 

-  Como sea, ya pasó ¿Qué edad tienes?

- Dieciocho, los cumplí… El viernes… - Mi voz se quebró en las últimas palabras y de nuevo los recuerdos vinieron a mí.

- Vaya ¿Tan mal la pasaste? – Preguntó serio.

- ¿Por qué lo preguntas?

- Por tu rostro– Posó su gélido dedo índice entre mis cejas para deshacer el ceño fruncido que se había formado en mí frente.

 Volví a estremecerme. Inmediatamente el frunció el ceño y parpadeó unas tantas veces. Es como si se hubiese molestado de la nada.

- ¿Ahora eres tú al que le ocurre algo?

- No, no, en absoluto.

 - Hola hola, Eli, aquí está tu pizza – Canturreó Karla mientras colocaba aquel pedazo, obviamente exagerado, de pizza frente a mí.

 Normalmente habría empezado a comer sin dudarlo ni un segundo, pero no me siento cómoda comiendo frente a otros, sólo frente a mis amigos más cercanos, y ellos saben que no me gusta que me miren mucho mientras como. De hecho cuando Ryan me llevó a almorzar, sólo pedí una ensalada y unas papas para sentirme un poco más a gusto frente a él.

- Gracias Karla, parece que es mucho para mí - Karla me observó confundida-  Por cierto, te presento al chico nuevo, él es Sebástian - Ambos se estrecharon las manos.

- Yo soy Karla, un placer –contestó ella con una sonrisa.

- Igualmente – Comentó él

- Oigan, lo siento pero ya debo irme, adiós. - Acto seguido se levantó de la silla y se marchó, dejando tras el viento el rastro de su perfume.

- Creo que tu amiguito es muy extraño ¿O tal vez le caí mal?- Preguntó Karla consternada, al igual que yo.

- No lo sé, no tengo la más mínima idea de por qué se fue así.
 
- Hola chicas ¿Hay espacio para dos más por aquí? – Preguntó Hilary junto a Cheis.

No, búsquense su propia mesa, bastardos. Respondió Karla.

- ¡Waoh! Miren quien anda de altanera hoy, mi “rubia falsa” favorita - Dijo Cheis mientras se sentaba, al igual que Hillary, haciendo caso omiso a la respuesta negativa de Karla.

-  Falso es eso que escondes en tus boxers, cariño – Todos comenzamos a reírnos.

Extrañaba mucho a mis amigos.

El resto del día transcurrió “Normal”  a excepción de que la lluvia no cesaba, sentía una pesadez extraña  y el perfume de  Sebástian estuvo presente todo el día en mi nariz, estaba totalmente embelesada por ese aroma.

Él era alto y aparentemente se ejercitaba, de cabello tan negro como el mío, labios rosados carnosos y suaves a la vista, de facciones casi perfectas, ojos verdes y profundos.  Aunque, si bien era muy atractivo, tampoco era el chico más guapo del mundo, pero había algo más, algo que no podía percibir con ninguno de mis cinco sentidos. Había algo en él que nunca había divisado en ningún otro hombre.  Su mirada, su voz, su presencia me causaba una inquietud y una intriga tremenda.


Saludé a mi madre al llegar a casa, cenamos y nos acostamos a dormir. Me dio flojera organizar toda la ropa lavada que había dejado mamá en mi cama, así que lo tiré todo en la silla de al lado  y me acosté a dormir.

En medio de mí noche, un gran frío me despertó y entonces me arropé con la otra colcha, cosa que nunca imaginé que haría, ya que casi siempre amanecía desarropada por el calor. Mientras intentaba recuperar el sueño escuché un rechinido en mi puerta, como si alguien la estuviese abriendo, volteé unos segundos para comprobar, pero estaba cerrada, me acomodé nuevamente para reincorporarme en mi sueño. Escuché el rechinido de nuevo, pero esta vez sentí que la puerta comenzó a abrirse, lentamente, hasta estar del todo abierta.

  Alguien me miraba desde la entrada de mi cuarto, fijamente. Comencé a sentir una pesadez arrolladora junto con un enorme frío. Yo mantenía mis ojos fuertemente cerrados, tras unos minutos agonizantes, escuché como se cerraba la puerta. El inmenso frío desapareció junto con la sensación de pesadez. Encendí la lámpara inmediatamente y examiné a mí alrededor,  todo parecía estar bien a excepción de mis ventanas empañadas.

 Con paso dudoso me acerqué a la puerta y la abrí poco a poco. Con cada centímetro que  recorría la puerta, mi inseguridad aumentaba al punto de hacerme temblar. Me asomé por el pasillo y corrí hasta el baño para encender la luz de esté, ya que en el pasillo que da hacia mi cuarto no hay lámpara alguna. Eché un vistazo, por la baranda de las escaleras, hasta el piso  bajo, observé la sala y todo estaba muy oscuro y silencioso, sólo escuchaba el tic tac del reloj en la pared, el cual marcaba las 3:00 a.m. Decidí ir al baño y lavar mi cara.


 Tras mirarme durante unos segundos en el espejo, vi que mis pupilas se estaban dilatando y noté una luz naranja que emanaba de mi piel , vi mis manos y el resto de mi cuerpo, el color era más fuerte en mis piernas, esta vez la luz se hacia más intensa, instante tras instante, al mismo tiempo la luz del baño comenzaba a incomodarme los ojos, cada vez más hasta el punto en que no podía mantener los ojos abiertos, busqué el interruptor de la luz con mis manos y lo desactivé. Abrí  los ojos y comencé a ver leves siluetas de colores difuminados en todas partes del baño pero cuando vi mis manos el color era más intenso, mis ojos empezaron a arder, tanto, que comenzaron a llorar solos, un fuerte dolor golpeó mi cabeza, como una gran descarga eléctrica en cada parte de mi cerebro. Recostada de la pared, caí lentamente hasta el suelo, donde me acurruqué en posición fetal  y posé las manos sobre mis cienes. El suelo comenzó a temblar violentamente, en conjunto las paredes y el techo se derrumbaba sobre mí, escuché a mi mamá gritar.