Podía percibir el aroma de su perfume, una
fragancia masculina, encantadora. Su pecho era firme y frío.
- ¡Hey! ¿Cuál es tu problema? – Dijo él con aquella sensual voz, ronca y áspera, gracias a la cual mi cuerpo se estremeció por completo.
- Lo siento, en verdad, lo siento
- Dije tartamudeando mientras me
levantaba rápida y torpemente, tratando de no lastimarlo más.
- Sí, sí… o eso creo, no sé… estos ojos brillantes me venían persiguiendo
por las escaleras y... – Volteé a ver a las escaleras, las cuales ya no tenían
luz alguna. Ese rostro volvió a atormentar mi mente y retrocedí,
instintivamente, un paso.
- ¿Por las escaleras? Déjame ver -
Se adentró en las escaleras en busca de… lo que fuese eso.
El corazón me comenzó a latir fuerte y aceleradamente, creí que aquel
chico corría peligro. Por fin lo vi regresar de entre las sombras junto a
aquellos malditos ojos.
- ¿Era está la malvada y fantasmagórica presencia de ojos brillosos que
te perseguía? – Preguntó mientras cargaba a un estúpido gato negro de ojos
amarillentos, entre sus brazos.
- No estoy segura, aunque sus ojos son muy similares – Comenté irritada
por su risa.
Yo no estaba loca, sabía muy bien lo que había visto, aunque, tal vez, podría estar aun bajo los efectos de la estúpida droga. Había leído que, dependiendo de la dosis, sus efectos podrían durar de uno a tres días, y yo había tomado más de una pastilla.
Yo no estaba loca, sabía muy bien lo que había visto, aunque, tal vez, podría estar aun bajo los efectos de la estúpida droga. Había leído que, dependiendo de la dosis, sus efectos podrían durar de uno a tres días, y yo había tomado más de una pastilla.
- Y… ¿Qué hacías allá arriba tú sola?
- ¡Demonios! Voy tarde, se supone que tengo que llevar unos utensilios de
laboratorio al salón de química.
- ¿Tú sola? Tu profesor no parece muy inteligente o caballeroso.
- Sí, bueno… ¿Cómo sabes que es un
hombre? – Pregunté intrigada. Nunca lo había visto antes estudiando aquí.
- Pues he escuchado que es hombre. – Respondió con su rostro serio
- ¿Quién eres? Nunca te había visto por aquí…
- Me llamo Sebástian, mucho gusto, soy nuevo aquí. – Tendió su mano derecha
hacia mí.
- Elizabeth, mucho gusto. – Extendí mi mano para estrecharla con la suya. Al tacto volví a sentir un escalofrío.
- Elizabeth, mucho gusto. – Extendí mi mano para estrecharla con la suya. Al tacto volví a sentir un escalofrío.
- ¿Quieres que te ayude con las cajas y esas cosas?
- Bueno, está bien, supongo.
Nos dirigimos al sótano a través de las oscuras escaleras, al llegar
encendí las luces, busqué las cajas, y como prometió, me ayudó a cargarlas de vuela.
Cuando entramos al salón todos posaron sus miradas en nosotros y se quedaron
callados, todos excepto Karla, que se reía entre dientes, imaginé lo que había pensado en ese momento y
le dirigí una mirada disimulada pero suficientemente fulminante como para que
se tranquilizase.
- Señorita Dayek ¿Se puede saber por qué tardó tanto en encontrar unas simples cajas?- Preguntó el profesor Hale en un tono acusador.
- Es que me quedé encerrada en el ascensor de carga- Fue lo que se me ocurrió decirle al chismoso Hale.
-¿Y el caballero, quién es?
- Sebástian Hudson, soy el nuevo estudiante.
- Oh Sr. Hudson, es un placer, pero usted no tiene clases hasta mañana, así que ¿Qué está haciendo aquí?
- Vine a arreglar algunos papeles, y de regreso me encontré con ella y la ayudé, y bueno, ya me voy. Adiós. – Dijo mientras caminaba de regreso a la puerta y me hacía un gesto con la mano.
Como era de esperarse, Karla estuvo acosándome con preguntas, sobre aquél chico, durante toda la clase. Al final de está, recordé que Karla me debía ciertas explicaciones.
- Karla ¿Por qué le diste mi número a Ryan? Y aún peor ¿Por qué demonios le
diste la dirección de mi casa? ¿En qué
diablos estabas pensando? – Pregunté mientras nos dirigíamos a la feria.
- No tiene nada de malo, es un buen chico, y es precioso.
- Pero no me dijiste nada, además él no me gusta.
- A ti nunca te gusta nadie.
- Ese no es tu problema. – Respiré profundamente y continué – Mira, me parece bien que tú pretendas relacionarte con cualquier chico atractivo, pero sabes que yo no soy así.
- Lo siento, yo sólo quería que te distrajeras un rato- Y vaya que me “distraje”
- A ti nunca te gusta nadie.
- Ese no es tu problema. – Respiré profundamente y continué – Mira, me parece bien que tú pretendas relacionarte con cualquier chico atractivo, pero sabes que yo no soy así.
- Lo siento, yo sólo quería que te distrajeras un rato- Y vaya que me “distraje”
- Ya no importa, igual sí la pasé bien.
- ¿Cómo así? ¿Qué hicieron? ¡Cuéntamelo todo desde la A hasta la Z! – Dijo
emocionada.
- Sólo fuimos a comer y dimos un paseo por el parque, nada demasiado
extremo como te hubiese gustado a ti – Reí.
- ¡Aburriiiidoooo!
- ¡Bah! Cállate, zorra – Le di un pequeño golpe en el brazo.
Siempre que ella metía la pata
conmigo, trataba de arreglar las cosas con pizza, mi comida favorita.
En lo que se fue me senté en una de las mesas rectangulares de la feria, esta no había cambiado mucho, quizás el personal cuando mucho, pero el resto seguía igual, todo color blanco y ladrillo, con piso oscuro y las mesas blancas y otras plateadas, habían más mesas en el jardín, al aire libre, pero allí afuera sólo habían tortolitos, dándose muestras de afecto, algunas más exageradas e innecesarias que otras, pero bueno… demasiada azúcar en mi café.
En lo que se fue me senté en una de las mesas rectangulares de la feria, esta no había cambiado mucho, quizás el personal cuando mucho, pero el resto seguía igual, todo color blanco y ladrillo, con piso oscuro y las mesas blancas y otras plateadas, habían más mesas en el jardín, al aire libre, pero allí afuera sólo habían tortolitos, dándose muestras de afecto, algunas más exageradas e innecesarias que otras, pero bueno… demasiada azúcar en mi café.
Me relajé entre mis brazos, me puse en posición de descansó a esperar a que llegara Karla. Los últimos días habían sido realmente agotadores.
- ¿Te importa si me siento aquí? -
Esa voz sensual y masculina, irrumpió en
mis pensamientos, esta sólo podía provenir de los labios de…
- Sebástian, hola. No, no hay problema, siéntate, estoy esperando a una amiga. Creí que te habías ido ya.
- Bueno… es que quería conocer un poco más este lugar, no quiero estar tan desubicado el día de mañana. – Evocó una sonrisa ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo de su rostro. Encantadora, sus dientes eran perfectos y blancos. Él se me hacia tan familiar, aunque sé que jamás lo he visto, sentía que lo conocía, hay algo familiar en su persona, pero, a pesar de todo eso, sentía cierta desconfianza o inquietud respecto a él, era algo difícil de explicar.
- ¿Cómo sigues? ¿No te golpeaste al caer, ni nada?- Preguntó, ya que me había quedado muda por un
instante.
- Pues no, creo que tuve la suerte suficiente para que me atraparas.
- Yo no te atrapé, tú me caíste encima, de la nada.
- Creo que ya me disculpé por eso, de todas formas lo siento,
nuevamente.
- Como sea, ya pasó ¿Qué edad tienes?
- Dieciocho, los cumplí… El viernes…
- Mi voz se quebró en las últimas palabras y de nuevo los recuerdos vinieron a
mí.
- Vaya ¿Tan mal la pasaste? – Preguntó serio.
- ¿Por qué lo preguntas?
- Por tu rostro– Posó su gélido dedo índice entre mis cejas para deshacer
el ceño fruncido que se había formado en mí frente.
Volví a estremecerme. Inmediatamente
el frunció el ceño y parpadeó unas tantas veces. Es como si se hubiese
molestado de la nada.
- ¿Ahora eres tú al que le ocurre algo?
- No, no, en absoluto.
- No, no, en absoluto.
- Hola hola, Eli, aquí está tu pizza – Canturreó Karla mientras colocaba aquel pedazo, obviamente exagerado, de pizza frente a mí.
Normalmente habría empezado a comer
sin dudarlo ni un segundo, pero no me siento cómoda comiendo frente a otros,
sólo frente a mis amigos más cercanos, y ellos saben que no me gusta que me
miren mucho mientras como. De hecho cuando Ryan me llevó a almorzar, sólo pedí
una ensalada y unas papas para sentirme un poco más a gusto frente a él.
- Gracias Karla, parece que es mucho para mí - Karla me observó confundida- Por cierto, te presento al chico nuevo, él es Sebástian - Ambos se estrecharon las manos.
- Yo soy Karla, un placer –contestó ella con una sonrisa.
- Igualmente – Comentó él
- Oigan, lo siento pero ya debo irme, adiós. - Acto seguido se levantó de la silla y se marchó, dejando tras el viento el rastro de su perfume.
- Oigan, lo siento pero ya debo irme, adiós. - Acto seguido se levantó de la silla y se marchó, dejando tras el viento el rastro de su perfume.
- Creo que tu amiguito es muy extraño ¿O tal vez le caí mal?- Preguntó Karla consternada, al igual que yo.
- No lo sé, no tengo la más mínima idea de por qué se fue así.
- Hola chicas ¿Hay espacio para dos más por aquí? – Preguntó Hilary junto a
Cheis.
No, búsquense su propia mesa, bastardos. Respondió Karla.
- ¡Waoh! Miren quien anda de altanera hoy, mi “rubia falsa” favorita - Dijo
Cheis mientras se sentaba, al igual que Hillary, haciendo caso omiso a la
respuesta negativa de Karla.
- Falso es eso que escondes en tus
boxers, cariño – Todos comenzamos a reírnos.
Extrañaba mucho a mis amigos.
El resto del día transcurrió “Normal” a excepción de que la lluvia no cesaba, sentía
una pesadez extraña y el perfume de Sebástian estuvo presente todo el día en mi
nariz, estaba totalmente embelesada por ese aroma.
Él era alto y aparentemente se ejercitaba, de cabello tan negro como el mío, labios rosados carnosos y suaves a la vista, de facciones casi perfectas, ojos verdes y profundos. Aunque, si bien era muy atractivo, tampoco era el chico más guapo del mundo, pero había algo más, algo que no podía percibir con ninguno de mis cinco sentidos. Había algo en él que nunca había divisado en ningún otro hombre. Su mirada, su voz, su presencia me causaba una inquietud y una intriga tremenda.
Él era alto y aparentemente se ejercitaba, de cabello tan negro como el mío, labios rosados carnosos y suaves a la vista, de facciones casi perfectas, ojos verdes y profundos. Aunque, si bien era muy atractivo, tampoco era el chico más guapo del mundo, pero había algo más, algo que no podía percibir con ninguno de mis cinco sentidos. Había algo en él que nunca había divisado en ningún otro hombre. Su mirada, su voz, su presencia me causaba una inquietud y una intriga tremenda.
Saludé a mi madre al llegar a casa, cenamos y nos acostamos a dormir. Me
dio flojera organizar toda la ropa lavada que había dejado mamá en mi cama, así
que lo tiré todo en la silla de al lado y me acosté a dormir.
En medio de mí noche, un gran frío me despertó y entonces me arropé con la
otra colcha, cosa que nunca imaginé que haría, ya que casi siempre amanecía
desarropada por el calor. Mientras intentaba recuperar el sueño escuché un
rechinido en mi puerta, como si alguien la estuviese abriendo, volteé unos
segundos para comprobar, pero estaba cerrada, me acomodé nuevamente para
reincorporarme en mi sueño. Escuché el rechinido de nuevo, pero esta vez sentí
que la puerta comenzó a abrirse, lentamente, hasta estar del todo abierta.
Alguien me miraba desde la entrada de mi cuarto, fijamente. Comencé a sentir una pesadez arrolladora junto con un enorme frío. Yo mantenía mis ojos fuertemente cerrados, tras unos minutos agonizantes, escuché como se cerraba la puerta. El inmenso frío desapareció junto con la sensación de pesadez. Encendí la lámpara inmediatamente y examiné a mí alrededor, todo parecía estar bien a excepción de mis ventanas empañadas.
Alguien me miraba desde la entrada de mi cuarto, fijamente. Comencé a sentir una pesadez arrolladora junto con un enorme frío. Yo mantenía mis ojos fuertemente cerrados, tras unos minutos agonizantes, escuché como se cerraba la puerta. El inmenso frío desapareció junto con la sensación de pesadez. Encendí la lámpara inmediatamente y examiné a mí alrededor, todo parecía estar bien a excepción de mis ventanas empañadas.
Con paso dudoso me acerqué a la
puerta y la abrí poco a poco. Con cada centímetro que recorría la puerta, mi inseguridad aumentaba
al punto de hacerme temblar. Me asomé por el pasillo y corrí hasta el baño para
encender la luz de esté, ya que en el pasillo que da hacia mi cuarto no hay
lámpara alguna. Eché un vistazo, por la baranda de las escaleras, hasta el
piso bajo, observé la sala y todo estaba
muy oscuro y silencioso, sólo escuchaba el tic tac del reloj en la pared, el
cual marcaba las 3:00 a.m. Decidí ir al baño y lavar mi cara.
Tras mirarme durante unos segundos
en el espejo, vi que mis pupilas se estaban dilatando y noté una luz naranja que
emanaba de mi piel , vi mis manos y el resto de mi cuerpo, el color era más fuerte en mis piernas, esta vez la luz se
hacia más intensa, instante tras instante, al mismo tiempo la luz del baño
comenzaba a incomodarme los ojos, cada vez más hasta el punto en que no podía
mantener los ojos abiertos, busqué el interruptor de la luz con mis manos y lo
desactivé. Abrí los ojos y comencé a ver
leves siluetas de colores difuminados en todas partes del baño pero cuando vi
mis manos el color era más intenso, mis ojos empezaron a arder, tanto, que
comenzaron a llorar solos, un fuerte dolor golpeó mi cabeza, como una gran
descarga eléctrica en cada parte de mi cerebro. Recostada de la pared, caí
lentamente hasta el suelo, donde me acurruqué en posición fetal y posé las manos sobre mis cienes. El suelo
comenzó a temblar violentamente, en conjunto las paredes y el techo se
derrumbaba sobre mí, escuché a mi mamá gritar.